Revista digital de Artes escénicas -Año 12º-

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Leo Bassi presenta su religión: El Patolicismo

28 de diciembre, día de los inocentes, Leo Bassi presenta su religión: El Patolicismo. Dedicada con devoción al pato de goma de las bañeras por ser un icono agradable, ingenuo, que provoca risa, pues esta es la sal de la vida y la que hay que fomentar, explica con su acento italorraro. Le acompaña un agente de seguridad con camiseta de «PATO SECURITY», un hombre disfrazado de amarillo ataviado como dios egipcio, y una especie de paso de Semana Santa con el que iremos desfilando por el barrio bajo estandarte patólico. En la plaza de Lavapiés se aglomeran los curiosos y Leo en el medio, con túnica y mitra de Papa y zapatos de purpurina comienza su performance. Solicita dos voluntarios, un chico y una chica, pero nadie se ofrece porque cría fama y échate a dormir, ¿quién se fía? Al final los escoge él, insistiendo, y para asombro de los presentes, los hipnotiza. Le pide a ella que cuando escuche la palabra «Italia» entrecruce las manos, y a él que cuando escuche «Cuatro» se auto-estampe a sí mismo en la cara un plato lleno de espuma de afeitar. Ambos siguen lo que el máximo pontífice les ordena y hay quien cree en el poder hipnotizador de Leo Bassi…Sin embargo es él mismo el que desenmascara el juego para burlarse así de la superstición que hubo y aún perdura, de la estupidez de quien se crea cualquier tipo de engañifas, tanto estas como la propia creencia en la religión. Clamor popular y carcajadas por la broma.
Él sigue su discurso, es provocador, es un disparate continuo a cargo de un ingenioso bufón que no acaba en aplausos, acaba en carcajadas que es lo que él nos pide y quiere sembrar como ideología. Nos invita a todos a su templo, el Paticano, sito en la Calle de la Primavera y sonríe ante la multitud recordando que cuando Cristo empezó, solo tenía 12 seguidores. Agolpados asistimos a la colocación del emblema en la puerta del local, y éste no es sino una parodia del escudo nacional: Lo flanquean dos farolas de Lavapiés y la heráldica se divide en cuatro viñetas, en dos hay grifos y en las otras, pies. En el centro, el patito de goma con aureola y sobre el escudo, en vez de la corona real ha puesto un árbol, «porque sí», aclara. Pide que vayamos entrando en fila al templo y según lo vayamos viendo, vayamos saliendo, pues cada vez somos más los fieles reunidos y estamos taponando la circulación. Él, subido a una escalera de madera, no deja de amenizar con juegos de palabras y duras críticas sardónicas, mordaces que nos hacen reír y pensar a partes iguales. «Va a estar abierto viernes, sábados y domingos, y vamos a celebrar el bautismo pero eso sí, a partir de 18 años, que no quiero comer el coco a nadie», «Las personas a las que no les gusta El Pato, como las de Intereconomía, nos son anti-Páticas», «En vez de Teología, estudiaremos Patologías, y se impartirán cursos de ateísmo».
Una vez dentro nos damos cuenta del trabajo invertido y la ilusión con la que ha sido llevada a cabo esta aparente broma polémica. No es una más. Los detalles están cuidados al milímetro, hay un perfeccionamiento en cada imagen, en cada cuadro y en cada objeto que atribuyen definitivamente el mérito que le faltaba a esta ocurrencia que de inocente no tiene nada. En la entrada, un busto de Augusto Comte y la bandera de Brasil, sociólogo positivista que influyó en el lema de la bandera que dice «Ordem e Progresso». Por todas partes colgados retratos de Nietzsche, Voltaire, Séneca, Groucho Marx, y otros pensadores ateos que nos ha dado la Historia. Más adelante, una reproducción exacta del Ecce Homo restaurado de Cecilia Jiménez, al lado, una visión patólica de «La creación de Adán» de Miguel Ángel, en la que en vez de tocarse con el dedo, se pasan un patito de goma. Los ángeles que custodian el templo tienen narices de payaso, por una fuente circulan más iconos de la deidad de goma y en definitiva, vamos saliendo de allí con una sensación risueña y fascinada. Qué bonito. Qué ocurrente y en buena hora. En una situación global donde sólo queda agarrarse a la fe, a la esperanza incierta de un cambio que no acaba de llegar, aparece como por arte de magia otra forma de seguir, por la vía de la risa sobreviviendo en Lavapiés. El espíritu crítico, la invitación al pensamiento libre y el placer que garantiza el lenguaje lúdico abalan la trayectoria del magnífico bufón que es Leo Bassi, y su Patolicismo augura aperturas mentales que tanta falta nos hacen.
+info en paticano.com

Nora

Patolicismo