Exposición: «ALGO HUELE MAL… YO NO QUIERO SER UN ARTISTA CONTEMPORÁNEO»
Del 29 de Marzo al 18 de mayo 2014
Bajo la amarronada y pestilente superficie de esa actualidad sumergida en la corrupción y la desesperación, llena de frivolidad y de vanidad estética, asoma una época narcótica donde casi nadie se molesta en mirar y comprender el proceso de una obra de arte. La frivolidad no es Manzoni y su «Mierda de artista» (que parece ser que ni siquiera era mierda de artista) sino que cruza el mundo en una red de intereses, de amiguísimo y de oportunismo que llenan debates e inauguraciones.
Gillo Dorfles predijo que el crítico acabaría sustituyendo al artista, quizá sólo erró en la nomenclatura, pues la palabra que lo define a él mismo ha sido paulatinamente remplazada por otras como comisario, curator o gestor cultural. Emmanuel Lévinas, más autocrítico, nos dice que no sólo el nombre, sino que también su figura, tal como se entendía en el siglo anterior, ya ha desparecido. Hoy en día, quien construye el discurso y dicta el sentido del arte ya no son los artistas (siempre jóvenes, siempre salvajes, siempre ingenuos, siempre prescindibles), ni, por supuesto, tampoco los críticos (borrados prácticamente de la prensa escrita y del panorama digital) sino estos nuevos «coach» culturales. Tanto en la más aparatosa de las bienales como en la más humilde de las colectivas de centro cívico, siempre hay un comisario dispuesto a hacer el descubrimiento de un artista. Ellos son una especie de agentes secretos que, desde una posición extra-artística (o, a lo sumo, para-artística) articulan los discursos, dictan cuáles son los centros de interés. Son quienes señalan la nueva tendencia y quienes la finiquitarán cuando convenga.
El artista (el artista contemporáneo al que se refiere el título) pasa a ser poco más que una víctima colonizada, un simple actor del drama (en su acepción más hitchcockiana: «Son ganado»). Su obra será presa del fetichismo de la mercancía, será reducida a simple «souvenir», un objeto que revela la ausencia descarnada de cualquier tipo de experiencia. Su trabajo sólo estará en el escaparate el tiempo justo antes de que el zapping que configura la nueva verdad lo olvide por completo. La verdad de estos nuevos demiurgos tiene pretensiones de documental, cuando, en realidad, es de un divismo faraónico, amén de ser una realidad «empapada de una hipermodernidad homogénea, que el ciberespacio se encarga de escampar, como un diluvio, a nivel global» (Fumaroli dixit).
Benxamín Álvarez ha titulado su exposición «Algo huele mal… ¡Yo no quiero ser artista contemporáneo!», y en ella ofrece su visión del papel del artista, mitad comediante y mitad explorador. Para ello ha generado un vocabulario a partir de imágenes y objetos tridimensionales que manipula y exhibe como esculturas independientes. Estos trabajos en cera, madera, parafina, tela y metal adquieren un carácter onírico con una carga crítica e irónica, representan una manera de ver y de proyectar. Reivindica para el arte, un oficio, una forma de contar, de mirar, que siente más que piensa y nos traslada ese «afecto que nos habla con más acierto de la realidad de las cosas». Como dejó dicho el poeta Leopoldo María Panero (sirva esta cita de homenaje), «Todo hombre tiene miedo de la verdad. La verdad es torpe, bestial… Avanza a zarpazos y no por el camino recto como el sexo» Benxamín Álvarez, ahora y aquí, nos presenta su trabajosamente meándrica verdad: Intima y familiar, física e hipnagógica, sutil y salvaje, terrible y bella.
Título: «Algo huele mal… ¡Yo no quiero ser un artista contemporáneo!»
Autor: Benxamín Álvarez
Espacio: La Xina A.R.T., Hort de la bomba 6, 08001 Barcelona
Fechas: del 29 de Marzo al 18 de mayo 2014
Horario: Mañanas de lunes a viernes de 11 a 13 h. Tardes de martes a sábado de 17:30 a 20:30 h. Visitas concertadas los demás días.
Inauguración: sábado 29 de Marzo a las 19:30 h.


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