Phantasmagoria en DT
No es necesario afirmar que la materialización de una idea conlleva muchas dificultades. Una de las preguntas que surgen y que permitiría un extenso debate es hasta donde la idea original, inmaterial, ha de imponerse a las condiciones físicas de su materialización, o dicho de otro modo, hasta donde debe una idea transformarse para adaptarse a la realidad y convertirse no en una “copia” en 3d de los pensamientos del autor sino en un ente independiente con vida propia. En el caso de Phantasmagoria parece tratarse de una obra adaptada solo parcialmente al lenguaje escénico, al contacto con el público. Cuando una performance es un objeto de exposición en un museo el espectador es libre de acercase a ella a su antojo. Sin embargo en el teatro ha de tenerse en cuenta el ritual del espectáculo y la ansiedad que genera que aquello que se va a ver será mostrado solo una vez. Cada distracción penaliza y la monotonía adquiere otro valor. Pienso que unos de los materiales más preciados en cada espectáculo son los pensamientos del público que no están directamente relacionados con lo que ve (las distracciones, las dudas, los viajes fuera del hilo narrativo) pero son específicos de ese ritual compartido. Creo que el fantasma de Arianna Marcoli podría haber arañado más nuestro cerebro porque sus uñas estaban afiladas de sutileza y cariño. Pero hubo distancia entre la convención que creó y mi butaca, aunque la verdad no se si la marcó ella o la marqué yo.
Javier Tirado

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