Tacones Manoli, una ensoñación lorquiana
Hace unos días escribí sobre un espectáculo cuyo título era «Lo nunca visto», si tuviera que ponerle un subtitulo a Tacones Manoli, le llamaría…»Lo nunca imaginado». A veces es complicado describir una propuesta cuando rompe los límites habituales de espacio y tiempo. Es verdad que ya no nos sorprende que nos saquen del patio de butacas habitual y nos desplacen por espacios, tampoco es nuevo que sea un recorrido sorpresivo por el que, paso a paso nos mueven por un laberinto donde la atmósfera lumínica o sonora es inquietante…También hemos vivido experiencias donde el espectador es el protagonista transformado en personaje o voyeur. Si, es verdad que, a los que nos movemos por diferentes fórmulas escénicas hemos disfrutado de muchas variantes de lo «teatral». Pero es que, en Tacones Manoli se suman todos estos elementos en un coktail batido al punto de locura apropiado. Y además, en ese viaje a las entrañas del lugar, sin límites, encontramos delicias que degustamos mientras recorremos el cuerpo de esta ensoñación lorquiana… Por allí andan sueltas…Adela, Bernarda, Yerma, Mariana… Los caballos y enfermeras de El Público o la secretaria de Así que pasen cinco años… Están todos y ninguno, transformados y deformados…en una pesadilla febril; tal vez esas imágenes que en los últimos latidos del cerebro de Lorca se incrustaron o evaporaron. Y aún hay más, flamenco…si, flamenco en los rincones, encima de las sillas, entre los cacharros de la cocina o en los desvanes…Si, ya se que no he descrito lo que ocurre ni he hecho una valoración; hay propuestas que tienen tantas lecturas que cualquier espectador puede encontrar o construir su propia obra. En uno de los momentos, me paro delante de una habitación oscura y alguien ilumina un espejo…y leo, escrito con lápiz de labios…»A Lorca lo mataron por rojo y maricón». A Lorca no le mataron porque vive en todos nosotros…y anoche se asomó a nuestros ojos.
Adolfo Simón








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