Revista digital de Artes escénicas -Año 12º-

El Cascanueces del Ballet Imperial Ruso en el Teatro Nuevo Alcalá

El Teatro Nuevo Alcalá, estrenó ayer “El Cascanueces” de Piotr Chaikovsky, coreografía de Gedeminas Taranda e interpretado por el Ballet Imperial Ruso, el más popular y navideño de los ballets, con muy buena entrada, casi lleno, una voz por megafonía nos pedía clemencia con los niños de la escuela de ballet de Madrid, que actuaban por primera vez en un espacio profesional, y empezaba la obertura de la conocidísima pieza moviendo los recuerdos de muchas representaciones del Cascanueces. Se levanta el telón y la calle de la ciudad se va llenando de niños que pasean y juegan con sus vigilantes padres y por la magia del teatro empiezan a suceder juegos, alegría y esperanza el espacio se va llenando de bailarines y bailarinas que fusionan la música con sus cuerpos y ofrecen la imagen viva de la armonía, los colores y el movimiento de los trajes y empieza a crecer la belleza por el escenario, algo clásico, pero magnífico, puro teatro. Bendita imperfección de los niños que me reconcilian con el espíritu navideño y me hacen olvidar la crítica realidad que nos envuelve. En dos actos, con un pequeño descanso, el Ballet Imperial Ruso parece ir recuperando su esplendor, recuerdo hace dos años haber sentido tristeza por apreciar cierta oxidación, tanto en la coreografía como en la puesta en escena, de otro clásico de su repertorio, y hoy, el vestuario de Andrey Zlobin y Anna Epatieva nos llena los ojos de belleza que flota y vuela, de transparencias que parecen primaveras y de tutús que me reconcilian con el mejor ballet clásico de la escuela rusa. Los bailarines y bailarinas muestran su ligereza haciendo fácil esos pasos de a dos, a tres y a lo que haga falta, giran, saltan y tocan el cielo. Los bailarines de la danza española, árabe y rusa son magníficos pero a destacar la pareja formada por los chinitos, presenta a un excepcional bailarín que te hace pensar que el cuerpo no pesara y no tuviera articulaciones. Masha, no sé quien lo interpretaba esta vez pues en el programa de mano aparecen dos nombres Lina Sheveleva y Radamaria Duminika, es brillante en su actuación, pero mención especial para Nariman Bekzhanov, que representa con fuerza y virilidad la verdadera armonía de la danza, que brilla en cada giro, que vuela por el espacio y sonríe y hace fácil lo imposible y nos hace soñar. Cuando el telón cae, con público aplaudiendo en pie, lo que sentí fue que estábamos en Navidad, con mayúsculas, que pese a todo hay que encarar estas fiestas con alegría y bondad, que los niños nos hacen creer en la magia y que un ballet como el Cascanueces sirve para recordárnoslo, que ojalá se llene todos los días y mis mejores deseos para el Ballet Imperial que ha recuperado lo que siempre fue suyo, el esplendor
Ángel SavínCascanueces

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