Tempestad en las Naves del Español-Matadero
William Shakespeare sirve igual para un roto que para un descosido…y a todo ello sobrevive. Con cada una de sus obras se puede realizar arte escénico o se puede utilizar para jugar y divertirse. Esto último es muy lícito, incluso decidir que una obra del bardo puede ser pensada para un público que come palomitas. Pero La Tempestad es una tragedia filosófica y si el montaje resultante provoca la risa constantemente, hay que plantearse si tiene que ver con el discurso del autor o con la lectura del adaptador-director. En Tempestad, la propuesta de Sergio Peris-Mencheta, hay muchos hallazgos sorprendentes y sugerentes, pero hay tanto «ruído» creativo que al final uno se pierde entre tantos planos que se superponen a la obra y no es que sea tan complejo que no podamos distinguirlos, es que hay tanto elemento distrayendo que, al final, no se disfruta ni de las ocurrencias poéticas. Eso si, hay un equipo de actores que apuesta por todo y se transforman constantemente para llevar a cabo la dramaturgia paralela a la obra.
Adolfo Simón


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