Revista digital de Artes escénicas -Año 9º-

Seuls o la libertad para crear

wajdi-mouawad-8rvg88Wajdi habla casi pidiendo perdón, muestra una timidez poco corriente en las grandes personas del teatro o de la vida pública. Para quien no sepa cómo es, se podría decir que tiene el aspecto de un profesor de matemáticas. Habla con su traductora como si le estuviese contando un secreto a espaldas del maestro que imparte una clase. Pero el maestro es él.
Wajdi habla de la libertad, de cambiar para no volverse loco. Hace cinco años sintió que tenía que despojarse de las obras que lo habían hecho conocido y reconocido en todo el mundo. Wajdi habla tan claro, es tan sincero y tan abierto que comprendo cada cosa que dice. No estoy tomando notas y creo que podría reproducir mañana o pasado o dentro de un año lo que él dice palabra por palabra. Y si se puede, suscribirlo debajo de su firma. Porque lo que él va diciendo es lo mismo que siento yo como autora, como persona de teatro.
Wajdi dice:
Lo que descubrí después de Incendies y Forêts fue algo que me pareció revelador, comprendí lo que realmente era importante para un creador: la indiferencia. No me refiero a la indiferencia hacia el mundo, hacia los problemas del entorno. Hablo de la indiferencia como punto de partida para la concentración. Necesitas esa indiferencia para que nada te distraiga de lo que tienes que hacer, no escribir lo que otros esperan que escribas, concentrarte en lo que tú quieres crear, aunque no sepas todavía el qué, pero nunca contar con lo que otros esperan de ti.
Se suele decir que los autores paren las obras, yo creo que las obras me paren a mí. Yo tengo dos madres: Incendies y Forêts, y tenía que matar a esa madres para crear en libertad, para desprenderme de la dictadura de una forma de hacer, de un lenguaje, de una estructura formal y conceptual porque si no más valía estar muerto.
No quería reescribir Incendies toda mi vida, no quería montar algo parecido a Forêts año tras año y me encerré en mi sala de ensayo. Quedaba conmigo mismo a las 2 de la tarde. No me permitía nunca llegar ni un minuto después de esa hora. Había que trabajar en serio, ser formal con el equipo, aunque el equipo solo fuera yo. Y me puse a trabajar un día y otro, de dos de la tarde a diez de la noche, sin saber a dónde iba, sin saber lo que quería contar ni cómo lo iba a hacer, pero con la tranquilidad de estar haciendo lo que quería: crear libremente, fuera lo que fuese.
Después de unos días perdido, de dos a diez, pensé en que podía empezar por mis recuerdos de infancia y le pregunté a mi hermana cómo era yo de pequeño y ella me respondió que era muy ordenado. Yo no me acordaba, sí recordaba colores y dibujos, pero no recordaba a qué jugaba yo, tampoco me especificó mi hermana un juego en particular. Así que ese día empecé a trabajar con el orden. Y para crear el orden tuve que partir del caos. Abrí cajas de lápices y los esparcí por el suelo, libros, revistas, papeles, cajas de cartón, muebles o elementos; todos los objetos desperdigados por la sala de ensayo pasaron a formar parte de ese caos. Y desde ahí empecé a probar con el orden. Me pasé días ordenando meticulosamente los objetos y me daba cuenta de que algo empezaba a surgir. A medida que los días pasaban, iba añadiendo a mi trabajo músicas que recordaba, de las que oían mis padres en el Líbano cuando yo era niño. Y sonidos: pájaros, campanas, el viento en los árboles, el sol. Lo que iba saliendo tenía que escribirlo inmediatamente y volver a incorporarme al ensayo.
También tuve que plantearme, ya que descubrí que iba a estar solo en el escenario, quién sería el interlocutor. Si hacer como Becket en Días felices o usar al público como si fuera una standup comedy. Eso fui decidiéndolo después.

Wajdi Mouawad dijo algunas cosas más, recordó las palabras que intercambió tras una representación con un espectador desconcertado, a quien solo le dio las gracias, porque Wajdi considera que al espectador hay que estarle siempre agradecido. Y comprendí que ese desconcierto forma parte de lo quiere crear Wajdi Mouawad con Seuls, o al menos lo que no le importa que suceda.
Y después de compartir con él su pasión por la libertad de crear y con la incertidumbre que había sembrado en nuestras expectativas, entramos en el teatro a ver la obra y pudimos descubrir quiénes decidió que fueran finalmente sus interlocutores. Y vimos que Lepage le había abierto su perspectiva teatral, le había introducido en el mundo del juego escénico, libre de tiempo y espacio, de realidad y ficción. Y en el escenario los elementos aparecen y desaparecen y ya estás allí o vuelves aquí… o viajas a San Petersburgo y solo hay una puerta, una luz, un traspasar el umbral. O una mirada que dirige al público y en un instante se traslada a esa cama imaginaria donde yace su padre. Y volvemos a estar presentes o ausentes tras el sonido de un teléfono.
Seuls es un ejercicio de libertad creativa, es un acto de dramaturgia libre, es una lección de poética de la escena, es una clase magistral de interpretación de la palabra y de la expresividad. Seuls es una obra inteligente y arriesgada, que transita por la desesperación y el sentido del humor. Es un texto lleno de acción, impregnado de imágenes y sentimientos, de filosofía y sensorialidad.
El teatro que me apasiona es el que me conmueve, el que me hace reír en un momento y emocionarme al instante siguiente, el que hace que el latido de mi corazón se sincronice con el del personaje. El que me descubre desgracias y maravillas sobre el ser humano y el mundo. Amo el teatro que me transporta y me transforma. Gracias, Wajdi, porque a ti hay que estarte siempre agradecida.

Carmen Losa

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