Los cuentos de Hoffmann de Jacques Offenbach en el Teatro Real de Madrid
En la nueva versión de Les contes d’Hoffmann de Jacques Offenbach presentada al público del Teatro Real de Madrid, Nicklausse, la musa y el alter ego de Hoffmann, canta al final de la ópera: “On est grand par l’amour, mais plus grand par les pleurs” (El amor nos hace grandes, y más grande aún el llanto). Este es un motivo del considerado “el siempre divertido Offenbach” y, sin embargo, se trata de una concepción artística con la que se une al movimiento romántico desde Víctor Hugo hasta Thomas Mann pasando por Berlioz, para el que la obra de arte y la inspiración surgen del sufrimiento y la melancolía sobre el acontecer del mundo. Esto convierte a la única ópera de Offenbach en una singular creación en la que el arte triunfa sobre el dolor del amor. Un triunfo que acontece sobre el viaje vital del protagonista que trata de generar distancia a través de los cuentos con los que describe su periplo amoroso. Las historias narradas, a menudo permiten que descubramos algo que estaba oculto en nuestro consciente, siempre se abren puertas a paraísos desconocidos. Lo que se narra en la obra podría estar situado en un bar peculiar donde una pandilla de aventureros recorriesen el currículo amoroso del protagonista pero no ocurre así en la propuesta de Christoph Marthaler que, inspirada en el edificio del Círculo de Bellas Artes de Madrid, provoca un extraño espacio que aglutina diferentes estancias del singular monumento cultural, si no que hace que en él, habiten personajes que pudieron pasar por allí a lo largo del siglo XX, consiguiendo una atemporalidad para la obra que la hace muy interesante. Todo ocurre hoy y ha ocurrido siempre, como reza el reloj sin agujas. Pero todavía va más allá porque, gracias al espacio, la luz, el vestuario…Crea mundos dramatúrgicos en los que atraviesa la realidad de los horrores del subconsciente y así, asistimos a experimentos médicos que se simultanean con sesiones de dibujo creativo, al tiempo de situaciones festivas y fantasmagóricas donde el espectador asiste a la realidad de los cuentos pero también a lo que ellos esconden entre los pliegues de cada palabra. Un reparto de lujo entregado en cuerpo y alma a esta inquietante y excelente producción, apoyada por un coro que crea un personaje grupal asfixiante y una orquesta y dirección musical sublime a cargo de Sylvain Cambreling.
Adolfo Simón


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