Pequeño catálogo sobre el fanatismo y la estupidez de Ignasi Vidal en La Pensión de las Pulgas
¿A qué vamos al teatro?¿A escuchar lo que queremos oír o a ver eso que nunca se cuenta, ni entre líneas?…
¿Para qué sirve el teatro?¿Para hacernos más borregos o para tener un pensamiento crítico?…
Voy al teatro a pensar o ver aquello en lo que no caí en cuenta en medio del ruido que se genera en la gran ciudad y que, a menudo, distrae nuestra mirada de lo esencial.
El teatro es un arma cargada de pensamiento cuando se usa para desvelar la verdad entre las mentiras o para poner el dedo en el centro de la herida….Por eso, el teatro se calla en las sociedades tiránicas.
Ahora vivimos un momento en el que parece que los crímenes cotidianos son más importantes que las matanzas en alta mar…Otra vez, la atención distraída.
En Pequeño catálogo sobre el fanatismo y la estupidez de Ignasi Vidal no se habla de buenos y malos, se expone como, la manada, se adentra en la jungla para perder el norte y, entonces, abandona la racionalidad para sacar el animal amordazado. Se habla secuencialmente e in crescenso de esa caída en picado a la irracionalidad bajo las excusas de “mi territorio y mis pertenencias”, como si lo material fuera tan importante, aunque cueste vidas y dolor.
No es una obra para salir pensando lo buenos que somos y que en desacuerdo estamos sobre las ideas torpes de los otros. No, en esta pieza fragmentada se nos invita a mirar el espejo estallado de una sociedad egoísta y narcisa que se mira el ombligo mientras escupe al que tiene delante. Y salimos teniendo que hacernos preguntas y recomponer el puzle incompleto del presente que solo es un hijo torpe del pasado. Y hay tres actores que se transforman con un cambio sutil de vestuario, pasando de una mirada del mundo a otra, sin titubeos.
De nuevo, La pensión de las pulgas ejerce la tarea de mostrar el teatro que no se atreve a exponerse en los templos sagrados, esos que se ponen medallas a diario haciendo ver que salvan al teatro desde sus poltronas, alejados de la realidad.
Adolfo Simón

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