Revista digital de Artes escénicas -Año 12º-

Penal de Ocaña en el Teatro de la Abadía

Es difícil escribir sobre un montaje que refiere nuestro pasado de una manera tan intensa. Las palabras no sirven para hacer justicia ante una vida humana cargada de fuerza, de pasión y de dolor apretada contra los ojos del público.
Sobre los elementos que avivan el fuego de este pasado árido y sobrecogedor podemos decir que nada sobra. Que el recorrido es sincero y nos permite con la sencillez de una respiración intuir la inmensa complejidad de una vida. El fantasma de la guerra vive con nosotros y es imposible evitar que se revuelva cuando alguien grita su nombre.
Ver como las ideas son capaces de movilizar lo más profundo de una persona y llevarla hasta el límite de su energía es algo que me produce cierta nostalgia. Creo que el mundo ha cambiado. No hay más que ver el terrible final que tuvo esta guerra (nuestra guerra) de la que nos llegan ecos de angustia y amor.
Puede ser que la formalidad del texto (que aparenta conservar íntegramente su estructura de diario) y la formalidad de la interpretación a veces jueguen en contra del diálogo entre la experiencia de Maria Josefa Canellada y el público que la observa. Pero como decía al principio, cuando algo así es llevado a escena inmediatamente hay un montón de cosas que dejan de ser relevantes. La guerra es un monstruo que acaba con todo, que arrasa hasta con las flores más hermosas. No debemos olvidarlo nunca.
Javier Tiradopenal-4[1]

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