Revista digital de Artes escénicas -Año 9º-

«Coronada y el toro» en el Matadero

Hay personas que van a misa diaria, supongo que tratando de conectarse con el más allá. Yo voy todos los días al teatro, esperando ese rito y liturgia que me conecté profundamente con la vida y la muerte…con eros y tánatos. Como un adicto, acudo a todo lugar donde la escena se ilumina para embriagarme y llevarme a lugares que ni imaginé. Desgraciadamente, la cartelera está insípida, políticamente correcta y poéticamente pobre. Así que vago como un fantasma por la ciudad buscando ese instante que electrice mi columna vertebral y que me mantenga atrapado en la butaca mientras el tiempo se evapora. Pocas veces me ocurre esto últimamente, más bien, casi nunca. Pero hay un maldito día, en el que entro en un espacio atravesando una cortina de huesos de jamón y me siento en un una butaca al borde del precipicio…Se que algo va a pasar, algo que no me dejará indiferente. Voy a esta sala al reclamo del texto de «Coronada y el toro» del genial Francisco Nieva pero también quiero saber qué ha hecho el equipo creativo. No se lo que dura el montaje, se que cuando me quise dar cuenta, estaba perdido por la ciudad tras salir del teatro, con una enorme sonrisa en los labios, como esa que se nos dibuja en la cara después de una buena comida o un buen momento de sexo. Rakel Camacho se ha puesto a dialogar con el texto y, sin aplastarlo, le ha impreso su visión, su universo poético. Y de ese coito escénico sale una obra barroca, llena de efectos y momentos brutales; todo el tiempo está bailando sobre el filo de una navaja. No nos da un momento de respiro y para completar su mirada, se deja impregnar con el espacio de José Luis Raymond en el que el vestuario de Ikerne Giménez y la luz de Baltasar Patiño construyen un paisaje crepuscular y marciano. Pero todo esto no tendría sentido sin un elenco brutal que se deja literalmente la piel y el alma sobre este ruedo ibérico imposible. Si quieren ver una pieza que les provoque, que no les deje indiferente, no se pierdan esta obra…si quieren que les hagan cosquillas en la mente y le susurren palabras pulcras al oído, no vayan… pero, después, no se quejen si oyen hablar de una obra que era TEATRO, de ese que parece que se nos ha olvidado con tanta obra ligth en la cartelera.

Adolfo Simón

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