Hombres al borde del precipicio en el Umbral de la primavera
Este encabezamiento podría ser el título de un texto contemporáneo y sin embargo, quiere hacer alusión a tres propuestas de hombres solos que se pueden disfrutar en el inquieto espacio teatral de El umbral de la primavera. Si la semana pasada escribía sobre el espectáculo de Germán Torres, esta semana he de referirme a dos piezas diferentes y al tiempo, conectadas en el corazón de la historia que narran. Pequeño defecto de fábrica es la recopilación de las hojas perdidas de un diario privado, esas anotaciones que solo mostramos a la gente de confianza, aquí, Borja Roces salta al ruedo y se atreve a mostrar sus sueños y fantasmas más íntimos al respetable. Y para cerrar este tríptico, una breve pero intensa obra que se puede ver los domingos a las 13 horas, a esa hora en que Lavapiés bulle de gente que transita entre este barrio y el rastro. Joaquín Hinojosa, a esa extraña hora, nos sumerge en La quinta estación del puto Vivalvi, un viaje ritual a sus deseos inalcanzables, en un ejercicio brutal de entrega física y emocional.
Adolfo Simón
Si los Ángeles disparan de Jorge Moreno en el Umbral de la Primavera
Iván Ugalde debuta en la dirección de escena con esta pieza sobre la España negra y los seres que habitan la penumbra emocional y lo hace con un ejercicio complejo escénicamente hablando. Su propuesta la instala en la ante-sala del Umbral de la primavera, un espacio recuperado felizmente para el circuito de salas de Lavapiés. Allí, crea un laberinto con la presencia del público que sirve para que los personajes transiten su desesperanza, sus miedos y su locura. Intuimos durante la función de que acontecimiento nos hablan pero al final nos dejan claro que todos los crímenes son igual de inútiles y absurdos. Seguro que con las representaciones gana la pieza en ritmo para que la experiencia del espectador tenga una vivencia más intensa en ese mundo de guiñoles esperpénticos.
Adolfo Simón





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