Discursos escénicos sobre lo masculino y lo femenino en Madrid.
Abordar propuestas escénicas que entren a valorar terrenos pantanosos como pueden ser los ámbitos de lo masculino y lo femenino no es una tarea fácil y puede acabar en las consabidas e infinitas discusiones. Dos propuestas en Madrid que investigan sobre estos temas son las de Sol Picó, que presentó «Dancing with frogs» en el Centro Cultural Conde Duque, dentro del Festival DanzaMOS y «Una habitación propia», dirigida por María Ruiz en el Teatro Español.
Sol Picó pretende escarbar e incluso desmontar el eterno mito de la masculinidad arrancando la piel a siete hombres de manera que muestren lo más profundo de su yo a través de la danza performática. Picó se calza el bigote y baila con sus sapos, esos hombres que necesitan el toque adecuado para demostrarnos que los límites entre lo masculino y lo femenino lo ponemos nosotros mismos, las definiciones sobre nuestro género sobran y son nuestro esperpento particular cuando intentamos demostrar actitudes y prejuicios. El hombre del S. XXI ha evolucionado o, quizás, no. Dejemos espacio para la reflexión después de sumergirnos en este exquisito trabajo, en el que, una vez más, una mujer nos saca las castañas del fuego.
Sin embargo, Maria Ruíz, dirige a Clara Sanchís en «Una habitación propia» para plantearse la situación de lo femenino hace un siglo y hacernos reflexionar sobre el cambio de situación del discurso a través del teatro de una forma completamente diferente. Un monólogo bien escenografiado y dirigido para condensar, y que no parezca un ensayo, la novela de Virginia Woolf. Sanchís,a través de una ficticia conferencia, desgrana poco a poco una selección de los capítulos de esta obra, de los diferentes temas que aborda y revive a Woolf en sus universidades para mujeres, en sus deseos de ser escritora y en su búsqueda de ese lugar propio bajo la teoría de que sólo una buena situación económica podrá hacer que las mujeres encuentren su sitio en la sociedad. Todavía hoy hay mujeres que tienen que comer sopa de carne y natillas mientras miran como los hombres comen codornices y disfrutan de un buen vino. Todavía hoy, el discurso de Virginia tiene coherencia y nos invita reflexionar.
Ahora mezclemos en la batidora cerebral estas dos propuestas y pensemos en un mundo sin prejuicios.
Luis Mª García Grande.

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