Revista digital de Artes escénicas -Año 12º-

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«Julio César» llega al Bellas Artes

Después de haber sido estrenado en Mérida y haber viajado por España «Julio Cesar» de Shakespeare y dirigido por Paco Azorín, se ha instalado en el teatro Bellas Artes. Afrontar este tipo de obras y darles un aire contemporáneo es una labor complicada, y Azorín se ha encargado de darle una imagen sencilla y asequible para todos los públicos, incluso los que gustan de proyecciones audiovisuales, aunque en este montaje no cumplan una función esencial. En el escenario se representa de manera sencilla el poder mediante una reunión de sillas al estilo del senado romano y un obelisco de grandes dimensiones que podría representar el poder que en aquella época tenía César después de haber conquistado las Galias, haber luchado contra Pompeyo y haber cruzado el famoso río hacia Roma mientras decía que la suerte estaba echada. Pero lo que no esperaba César es que la suerte le sorprendiera al comprobar que Bruto también le iba a dar una puñalada también, ya que lo consideraba su hijo adoptivo.

Aunque sea obvio recordarlo, la obra nos habla de temas universales como pueden ser el poder, la amistad, la nobleza y la traición y los actores que se encargan de representar a estos personajes lo comunican perfectamente.

Es un placer poder ver a Mario Gas de nuevo interpretando y asumiendo el personaje de Julio César con credibilidad y con una dicción de la que muchos actores tienen envidia.  Hay que destacar la actuación de Tristán Ulloa en el papel de Bruto y de Sergio Pérez-Mencheta en el de Marco Antonio. El primero por dar al personaje una credibilidad indiscutible y porque demuestra una gran madurez interpretando y el segundo por poner toda la carne en el asador y el matiz emocional que da al conocido monólogo de la obra.

El valor de la palabra es el punto sobre el que Azorín se ha querido centrar, en su fuerza poética y evocadora.  Julio César, además de político y militar era escritor, y eso muy bien lo sabemos los que hemos estudiado Latín y traducido sus batallas, y, como buen político sabía muy bien utilizar la palabra para modificar conductas, para influir en los ánimos de los demás. De manera sencilla, pero efectiva barría para su casa. Shakespeare supo recoger de los clásicos toda esa intriga que ocurría dentro del senatum y desarrollarla de manera excepcional. Azorín ha sabido recortar la obra de manera que quede lo justo para comprenderla, que sea fluída y que suponga toda una lección moral y estética para el que vaya a verla.

Luis Mª García Grande.

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