Historia de un cuadro de Alfonso Zurro en el Centro de Arte Fernán Gómez
En pintura hay un término que se llama Pentimento y que sirve para denominar ese momento en el que un cuadro empieza a perder capas de pintura y aparecen otros momentos del proceso de creación del pintor… No se sabe si corresponden, esos trazos ocultos, a errores o a ideas desechadas. En Historia de un cuadro de Alfonso Zurro que también la ha dirigido, hay un proceso estructural en la pieza muy interesante, es como si se realizase un pentimento sobre un cuadro que debió pintar El Greco desde el momento, en el siglo XX, en que se pretendió destruir por obsceno hasta el origen y razones por las que se pintó…Así, realizamos un viaje hacia atrás en el tiempo, como quitando capas del periplo vital del cuadro, conociendo así, todas aquellas manos por las que pasó el lienzo y el juego de poder que estableció en cada momento o estamento social al que perteneció. En un breve epílogo, descubrimos al final, un encuentro curioso entre dos personajes históricos, queda saber si fue real o no. Otro elemento curioso, en la propuesta escénica, es el uso de unos paneles móviles que ocultan trozos de algunos cuadro del Greco, poco a poco van invadiendo la escena, consiguiendo llenar de color y luz el escenario en el último acto de la obra. Tres actores espléndidos: Roberto Quintana, José Manuel Seda y Manolo Caro dan vida, con credibilidad, a todos los personajes necesarios para contar esta historia.
Adolfo Simón
Concha Velasco en…Yo lo que quiero es bailar
La primera vez que oí la palabra «Pentimento» fue en una hermosa película de los ochenta llamada «Julia»…allí ya se hacía referencia a esos trazos de los que se arrepiente el pintor cuando está creando su obra y que tapa con una nueva capa de pintura…Concha Velasco no se arrepiente de nada de lo que ha vivido…y hace muy bien…Cuando uno solo desea bailar y llega a convertirse en la chica de la cruz roja, la chica ye-ye, la que se despide en Tormento diciendo…puta! al ritmo de las ruedas de un tren que se marcha deslizándose por los raíles…o en Matahari, Carmen…sublime Santa Teresa…o aquella niña que deseaba ser artista o la hija que dice buenas noches al abrazo asfixiante de una madre…o esa mujer que desea bajarse en la próxima…y tantas, tantas…pues no puede más que estar orgullosa de haber sido nuestra amiga, hermana, amante, madre y abuela en esa maravillosa Rose…Y si este país no fuera tan cateto, Concha Velasco debería ser nombrada monumento a la memoria, constancia y talento…Yo solo quiero bailar es un boceto escénico de las memorias de Concha Velasco…Un viaje en el tiempo vital de este país que nunca valora lo suficiente a sus cómicos, esos que sonríen a pesar del frío y el hambre…Si Concha Velasco no existiese, habría que inventarla.
Adolfo Simón


Debe estar conectado para enviar un comentario.