José Ramón Fernández, dramaturgo
José Ramón Fernández, autor teatral y novelista nos habla en la siguiente entrevista de su momento creativo actual y sus proyectos.
¿Cuál ha sido tu último trabajo como dramaturgo presentado escénicamente?…
Mi último trabajo ha sido Yo soy Don Quijote de la Mancha, que se ha estrenado en el Festival de Almagro el 5 de julio, dirigido por Luis Bermejo y producido por Metrópolis Teatro. En los carteles verás que pone «dramaturgia de». He recogido fragmentos de la novela, frases, detalles, y he escrito un texto en el que hay una gran cantidad de escritura original, utilizando muchas palabras de Cervantes y, por supuesto, a Don Quijote y Sancho. Los críticos no saben si decir que es una adaptación o una obra nueva. Yo creo que ese es el trabajo del dramaturgo, desde Guillem de Castro a Christopher Hampton.
¿Adáptación…Texto original? ¿Cómo surgió la propuesta?…
La propuesta vino de Natalia Menéndez, directora del Festival: hacer un Quijote esencial, que iba a interpretar José Sacristán. Al principio se valoró que fuera un monólogo, yo consideré que necesitaba la mirada de Sancho… cuando se me ocurrió dibujar a Sanchica encontré la clave contemporánea que necesitaba. Más tarde, hablando con Luis Bermejo, el director, surgió la posibilidad de abrir ese universo a la fórmula de teatro dentro del teatro, que nos permitía romper las costuras de la novela para dialogar con el mito. Desde el principio decidí que quería que una buena parte de lo que dijeran los personajes fuesen frases de la novela. Ahora jugamos a ver quién adivina de dónde sale cada frase.
¿Qué diferencia para ti una versión de una adaptación?…
Tengo alguna experiencia, una docena de estrenos, más o menos. En la versión existe tu mirada. La adaptación es algo técnico: ajusta tiempo, espacios, personajes, para que esta compañía pueda hacer esta función. Pero los límites entre los dos trabajos a veces son muy difíciles de percibir; incluso a veces ves que te han puesto en el cartel como versión lo que era una traducción, sin más. Por otra parte, la versión se completa en la puesta en escena. En el trabajo que hice con Lavelli sobre El Avaro, la mirada de Jorge dibujó ese Harpagón totalmente distinto del estereotipo, por ejemplo; algo que no podíamos hacer sólo sobre el papel.
¿Cómo es el proceso de escritura de un texto original?…
Yo parto de una pregunta, de algo que me llama la atención. Veo algo que me provoca y me lleva a preguntarme sobre lo que veo. A partir de ahí, intento habitar el lugar en que sucede, ver moverse a los personajes, oírles, unas preguntas llevan a otras… es un proceso lento en el que la escritura, la poesía, llega hacia el final. Con todo ese material, me pongo el mono de dramaturgo y trato de darle forma para el escenario: la estructura, la elección del uso o no de didascalias… Finalmente, el diálogo con los otros, el director, los actores, el equipo artístico y de producción. Trato de ser parte de un equipo.
¿Se puede aprender una técnica para escribir teatro?…
Se puede aprender lo que han hecho otros para conocer modos de resolver problemas y usarlos si los quieres usar. El conocimiento de la técnica no perjudica al artista, ese es uno de los conceptos básicos en música o pintura. Sherlock Holmes no era solo un genio de la deducción: había estudiado todos los crímenes del último siglo, de modo que muy a menudo encontraba precedentes en los modos de hacer de sus criminales. Yo encuentro en Sófocles o en Moliere técnicas que usa David Mamet.
¿Qué texto o puesta en escena te ha interesado de lo que has visto ultimamente?…
En directo, dos cosas de las últimas semanas: SOS en la Triángulo, de mis amigos de El Zurdo Teatro; una propuesta especial, con actores haciendo personajes y el músico Tozo haciendo de sí mismo, con buenos actores, momentos de gran poesía y el descubrimiento de Luis Crespo como director de escena. Y Duda razonable, de Borja Ortiz de Gondra, en Cuarta Pared: un texto magníficamente escrito, maduro y sabio, que si lo hubiera firmado Stoppard se estarían dando de hostias por él muchos productores y directores, con una impecable puesta en escena. Y en vídeo – veo muchísimo teatro en vídeo – he visto hace pocos días un montaje que me ha conmovido por su hondura en la búsqueda y porque lo he sentido muy cercano: Veraneantes, de Miguel del Arco y su grupo Kamikaze.
¿Qué proyectos tienes a corto plazo?…
Ahora, la compañía Palmira Teatro ensaya un texto enteramente original, Mi piedra Rosetta, que dirigirá David Ojeda. Se iba a estrenar en el Festival Madrid Sur, pero ha desaparecido, parece que el estreno será en Leganés a final de noviembre. Será mi último texto de teatro durante un tiempo, porque me he metido en una novela y porque siento que me he vaciado en la escritura de esta obra, volviendo al riesgo y a la desnudez con que escribí La tierra y cavando muy muy hondo. La propuesta de Palmira fue: tenemos estos cuatro actores y este director, escribe lo que quieras y tarda lo que necesites. Ha sido un proceso maravilloso que he podido disfrutar sin los agobios de otros encargos. Estoy aprendiendo mucho con David y con todo el equipo.
¿Cómo ves la realidad del teatro que se hace en nuestro país?…
Hasta hace un par de años: un próspero teatro de consumo (comedias, stand-up, variedades…); un poderoso teatro público con grandes títulos clásicos que ha atendido singularmente en los últimos ocho años (CDN y Español) a autores de mi generación, nacidos en los sesenta; y un circuito alternativo brillante, lleno de propuestas interesantes en el que está surgiendo una nueva generación que me ilusiona. De dos años para acá: una situación de zozobra económica (y de criterios) en la que corre peligro, sobre todo, este tercer modo, y por ello el desarrollo de la creación más joven.
¿Crees que va a cambiar el panorama de producción teatral tras los recortes en cultura?…
Va a suponer un ajuste brutal y se va a empobrecer mucho el panorama: cierran compañías, salas, festivales… Como he dicho, lo más preocupante es que puede dificultar el desarrollo de los procesos de creación más jóvenes y más arriesgados. Por otra parte, aquella expresión que acuñó nuestra amiga Itziar Pascual hace casi veinte años, «producciones amigo mío», nunca nos ha abandonado del todo. Nos podrán impedir vivir del teatro que hacemos. Pero no nos pueden impedir hacer el teatro que queremos hacer. Hemos crecido viendo a Brook hacer milagros con una caja. Haremos lo que queramos, no lo que quieren los que pretenden decidir qué teatro es el correcto.
¿Alguna sugerencia para seguir creando en tiempos de crisis?…
La que me hacía mi bisabuela: ten paciencia. No hay que correr, no hay que dejarse llevar por el ansia. Precisamente, porque no hay «mercado», o eso nos dicen, podemos no correr, saborear el proceso y mantener vivo un proyecto, no estrenarlo donde sea, no matarlo a las tres semanas, no meternos a montar otra cosa, seguir investigando en lo que hacemos. Despacio. Sin prisa.



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