Smiley de Guillem Clua en el Teatro Maravillas
Esta función debe dejar de estar programada en una franja nocturna para pasar a un horario de máxima audiencia. Sencillamente porque es estupenda, sin pretensiones, para todo tipo de público e inteligente. En principio parece que es una obra dirigida al público gay pero ya en la promoción se avisa que es «una historia de amor». Y ese es su gran acierto, tratar la historia del encuentro de dos chicos en busca o no del amor sin darle importancia ni diferenciando nada por el hecho de que sean de sexo masculino. A estas alturas de la película, es un placer ver que los problemas, miedos o deseos no tienen sexo; ha tardado tiempo nuestra sociedad en aceptar esto pero ya se están consiguiendo frutos de todo el trabajo realizado por dar igualdad a todos los seres humanos, más allá de lo que hacen en la cama. Además, el montaje es ágil, con guiños al público, divertido y lleno de situaciones que reconocemos pero que está muy bien verlas en un escenario, porque se puede reflexionar mejor sobre ello. Y hay dos actores: Ramón Pujol y Aitor Merino que juegan a la ficción como si fuese el juguete que siempre pidieron a los Reyes Magos y que por fin les ha llegado. Y de todo esto tiene la culpa un texto ingenioso y actual de Guillem Clua que también ha dirigido la obra.
Adolfo Simón

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