Nuria Benet: El teatro es el arte en el que el contacto con el público es más directo
¿Cómo fueron tus inicios en el teatro?…
Cuando era adolescente me debatía entre dedicarme a la interpretación o a la música. Shakespeare y el hecho de que en mi casa ya había muchos músicos me hizo inclinarme hacia el teatro. Mi debut profesional se produjo en Londres, donde fui a continuar formándome tras acabar la licenciatura de arte dramático en la RESAD. Al final, estuve formándome y trabajando en el Reino Unido como actriz durante doce años. Regresé cuando Jordi Milán, director de La Cubana, con quien había trabajado en una producción en inglés, me hizo una oferta que no pude rechazar y entré en el elenco de Cómeme el Coco, Negro.

¿Qué es el teatro para ti? ¿Por qué haces teatro?
El teatro es el arte en el que el contacto con el público es más directo. Es un arte, cuya obra está en continuo cambio y evolución, que necesita al espectador para poder alcanzar su forma final y que, dada su naturaleza efímera, sufre la paradoja de que cada momento que vive es momento que muere y esto le confiere una valía añadida.
Al disfrutar de esta íntima relación con la platea el teatro puede ejercer un efecto directo en los espectadores, puede despertar conciencias, movilizar, emocionar y, por qué no, entretener y divertir.
Si a todos esos elementos se le añade el placer que esa comunión entre escenario y auditorio me produce, será fácil comprender por qué he elegido el teatro como modo de vida y, efectivamente, eso es en lo que se convierte: tu vida.

¿Qué balance harías sobre tu trayectoria?
He tenido mucha suerte a lo largo de mi carrera. Es cierto que uno solo puede subir al tren de la suerte si está en la estación, preparado y dispuesto para poder cogerlo. Es decir, creo firmemente en la formación, y estoy convencida de que parte de la razón por la que nunca me ha faltado el trabajo es por mi versatilidad; y esa versatilidad, aunque tenga algo de innata, es fundamentalmente resultado de mi afán por educarme y seguir formándome como artista.

¿Qué función crees que ha de tener el teatro para la sociedad de hoy?
El teatro, para poder sobrevivir, ha de entretener con productos de calidad que motiven a productores, compañías y púbico por igual a continuar manteniéndolo vivo. Tiene que haber montajes dirigidos a diferentes públicos, pero siempre intentando alcanzar la excelencia, tanto si es un producto meramente comercial, como si es un infantil o una obra más intelectual. No hay que educar al público, ni ser condescendientes con él, hay que movilizarlo, hacerle reír, llorar, pensar, analizar, olvidar, provocar… cualquier emoción es buena, pero ha de producir algún tipo de marca en el espectador para que salga tocado y quiera volver.

¿En qué proyectos has participado durante el último año? Háblanos de ellos
Llevo un par de años de mucho trabajo (¡toca madera!). Dada la precariedad laboral que existe acepto prácticamente todos los proyectos que me ofrecen e interesan; las compañías son conscientes de la situación actual y ofrecen cierta flexibilidad con las fechas, aunque también se está convirtiendo en algo habitual el compartir personajes.
Este último año he participado en: La Ópera del Malandro, de Chico Buarque, estreno absoluto en España del musical brasileño basado en la Ópera de los Tres Peniques de Brecht. Con él gané el Premio Garnacha a la Mejor Actriz de Reparto. Junto a Teatro Defondo, la compañía que produjo este musical, dirigida por Vanessa Martínez y producida por Pablo Huetos, estoy en otros dos montajes: Los Atroces, una creación colectiva basada en el mito de los de Átridas y en El Sueño de una Noche de Verano, una versión familiar del clásico de Shakespeare. También actúo en El Extraño Caso de la Marquesa de Vadillo, dirigida por Luis Crespo y producida por Teatro del Zurdo, compañía en la que también soy asidua y por cuyo montaje, La Ventana de Chygrinskiy, de José Ramón Fernández, obtuve el Premio Arcipreste de Hita a la Mejor Actriz. Además interpreto el papel de Maestra de Ceremonias en NOC, Un Auténtico Vodevil, dirigido por David Quintana, un cabaré original y muy divertido con el que llevamos tres temporadas en la cartelera madrileña. Por último, participo en el montaje celebración del vigésimo aniversario de Teatro del Astillero, dirigido por Luis Miguel González, titulado Los Charlatanes, una sátira de humor negro sobre el panorama social contemporáneo.
¿Cómo surgió tu participación en las obras que tienes ahora en cartel en Madrid?
Para La Ópera del Malandro hice cásting y a raíz de allí me convertí en miembro asiduo de Teatro Defondo.
Como he dicho, El Extraño Caso de la Marquesa de Vadillo, es mi segundo montaje con Teatro del Zurdo, la primera vez que trabajé con ellos, bajo la dirección de Luis Bermejo, fue gracias a que este vio mi trabajo en Cómeme el Coco, Negro y pensó en mí para su próximo montaje.
Para NOC fui recomendada por alguien que había visto mi trabajo en La Ventana de Chygrynskiy.
Y para Los Charlatanes también los miembros de Teatro del Astillero habían seguido mi trayectoria con Teatro del Zurdo.

Háblanos de estos trabajos…¿Cómo han sido los procesos?
Muy variados.
Con La Ópera del Malandro, al ser un musical con música brasileira, nos sumergimos en la cultura de este país – hasta tuvimos coaching in fonética brasileña.
En Los Atroces, la tarea titánica de adaptar en una hora y media una saga que comprendía una miríada de personajes e historias entrelazadas, hizo que el trabajo de mesa fuera intenso y extenso. Una vez que tuvimos el esquema narrativo comenzamos a improvisar cada escena, estas eran grabadas y la directora, Vanessa Martínez, las transcribía y daba forma.
El Extraño Caso de la Marquesa de Vadillo tuvo un proceso más “tradicional”. Al partir de un texto ya escrito, los ensayos se desarrollaron con normalidad, aunque la dramaturgia fue cambiando y evolucionando a medida que el espectáculo iba tomando forma.
Los Charlatanes también ha tenido un extenso periodo dedicado al trabajo de mesa. La obra es un amalgama de escenas que tocan diversos temas actuales y a lo largo del proceso hemos ido seleccionando las que mejor funcionaban, o bien a nivel teatral, o bien a nivel de coherencia de contenido.

¿Cómo creas tus personajes? ¿Tienes un método?
No tengo un método establecido, este va cambiando dependiendo del tipo de montaje y proceso de ensayos. Algo que sí que necesito tener claro es la imagen del personaje. Esta puede aparecer (aun a riesgo de que suene manido) en un sueño, o puedo ver al personaje sentado en frente de mí en un vagón de metro, o reflejado en las páginas de una novela, o en un cuadro, o simplemente me viene un flash visual o una sensación física y a partir de ahí se va construyendo. Sin embargo, creo fervientemente en que, tanto si se trabaja de dentro a fuera como de fuera a dentro, el personaje tiene que respirar, tiene que retorcérsele las tripas, tiene que acelerársele el corazón, en resumen, tiene que tener verdad.

¿Cómo crees está afectando los recortes y el aumento del I.V.A. a los proyectos de teatro?
Muy negativamente. Si ya antes era difícil movilizar al público para que viniera al teatro, ahora el factor psicológico de la subida del IVA va totalmente en contra de nuestra industria. España es un país donde el ir al teatro todavía no forma parte intrínseca de la cultura, como ocurre en el Reino Unido. Ponerle más trabas a que esto ocurra es contraproducente para la cultura de nuestro país.
Es cierto que, en contraposición, los teatreros hemos sabido movilizarnos para sobrevivir; se han creado nuevos espacios (como La Casa de la Portera) y nuevos géneros (como el Microteatro) que son un grito de rebeldía ante lo establecido. Pero existe la multiprogramación a la que están avocadas las salas y el demasiado frecuente “a taquilla” que proponen las compañías está teniendo un doble efecto. Por un lado, la amateurización de la profesión: cualquiera puede hacer teatro con muy poco dinero y sin pagar a nadie, teatro que las salas contratan porque tienen que llenar todos sus horarios – en general, no existe un filtro de calidad o coherencia artística a la hora de programar. Y por otro lado, poca gente puede vivir del teatro, con lo que, o, haces como yo, y estás en tropecientos proyectos, o tienes un trabajo paralelo que te dé de comer y te impida comprometerte plenamente a los proyectos teatrales, o eres una niña bien a la que su familia le subvenciona cual mecenas florentino. Es absolutamente necesario introducir la ley del mecenazgo cultural para que con la introducción de capitales privados se pueda reavivar y dar a la cultura la importancia y lugar predominante en la sociedad que se merece.

¿Qué montaje que hayas visto últimamente, te ha interesado?¿Por qué?
La paradoja del actor es que cuando trabaja no puede acudir al teatro e interesarse por lo que está en cartel. Así que, por desgracia, últimamente no he podido acudir mucho al teatro. Lo último que vi y que me interesó profundamente fue Trilogía de la Ceguera de Maeterlinck en el CDN. Cada obra corta era dirigida por un director joven y, aunque mantenían una coherencia formal, eran muy diferentes entre sí. Me pareció una idea muy positiva para dar a conocer repertorio clásico y mostrar el trabajo de jóvenes artistas.
¿Proyectos?
Ya sabes lo que se dice de los proyectos… que si se habla de ellos se truncan… así que hago mutis elegantemente.
¿Alguna sugerencia para seguir creando en tiempos de crisis?
Estrujarse la mente y la imaginación para seguir creando espectáculos de calidad que reten e interesen al público; reivindicar unos mínimos para que nuestro gremio no sufra; plantarse ante una industria que cada vez exige más y da menos, sin perder de vista los enormes esfuerzos que hacen las compañías para llevar un montaje adelante; y no olvidar que el teatro embellece y mejora la vida, la sociedad y la cultura.
Jordi Milán nos habla de su larga trayectoria al frente de La Cubana
¿Cómo fueron tus inicios en el teatro?…
Yo nací en Sitges. Hice teatro de aficionados desde pequeño. El teatro fue desde siempre mi hobby. En Cataluña había una tradición muy arraigada de hacer teatro. Todos los pueblos, por pequeños que fueran, tenían su propio teatro. Mucha gente, dos o tres días a la semana y después de cenar se iba a ensayar un espectáculo a un centro cultural, parroquial ó una sociedad recreativa que tuviera teatro. Hacíamos espectáculos que en la mayoría de ocasiones solo se representaban una sola vez.
¿Tus proyectos en La Cubana los has compatibilizado con otros trabajos?…
Durante la primera época sí, aunque no mucho. Yo era diseñador de interiores. Mi profesión me gustaba tanto como mi hobby. Cuando decidimos tirar adelante con La Cubana, nadie se planteó que sería lo que luego ha sido. El hecho de poder mostrar por todo el país un trabajo que habíamos hecho con muchas ganas (Cubana´s Delikatessen) no nos dejó pensar mucho. Nos liamos la manta a la cabeza, y nos lo plateamos como un juego, como una gamberrada de un verano. No fue así, aquel juego duró más de un verano. Teníamos mucho éxito, pero la precariedad no daba para vivir. Cuando no había bolos lo compaginábamos con nuestros antiguos trabajos. Sólo fue durante una época y muy intermitentemente. Fue a partir del año 88 con “Cubanadas a la carta” que el interiorismo quedó olvidado y me dediqué exclusivamente al teatro.
¿Qué balance harías sobre la larga trayectoria de La Cubana?…
Cierto es que 33 años son muchos años, pero a mí se me han pasado volando, muy rápido. No sé si eso es bueno o malo pero tengo la sensación que todo pasó “antes de ayer”. En resumen, una gran satisfacción de haber hecho lo que me ha dado la gana. Lo que he querido: Teatro. Eso sí, con mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucha dedicación. Estoy contento de no haber pensado nunca en lo arriesgado del proyecto, sino en las ganas de hacerlo y la ilusión de llevarlo a cabo. Cierto es que han cambiado muchas cosas, pero la filosofía sigue siendo la misma.
Por La Cubana ha pasado mucha gente, que después, al dejarla, se han abierto camino individualmente convirtiéndose en grandes profesionales que además de interpretar han aprendido un oficio. No me gusta que se diga que La Cubana es una escuela, porque nunca existió la pretensión de serlo. La Cubana existe gracias a todas estas personas que con su amor al teatro y también gracias al favor del público que realmente ha sido quien nos ha subvencionado y ha hecho de mecenas.
¿Qué diferencia hay para ti del teatro que se hacía en tus principios al que se hace hoy en día?…
El teatro es teatro y no creo haya diferencia en treinta y pico de años. En lo que sí hay diferencias es en las épocas. En este país a finales de los 70 y principios de los 80, estábamos saliendo de una época “un tanto especial”. No sabíamos de casi nada, pero teníamos ganar de salir adelante, dejándonos llevar por los impulsos, la ilusión, la intuición, y sin pensar mucho en las consecuencias. Teníamos ganas de salir a la calle y ventilarnos. Abrir los balcones de par en par, para que el aire circulara. Muchas ganas de jugar, de hacer barbaridades con pocos medios. Las circunstancias del país ayudaban a motivarte, a pervertirte, a volverte “loco”. La “locura” es buena para el teatro. Actualmente, la gente joven está mucho más preparada que nosotros, tienen más imaginación, más ideas, más conocimiento, pero a diferencia de nuestra época nadie les ayuda a motivarse, a pervertirse, falta locura, riesgo.
¿Cómo surgen las ideas de los proyectos que pones en marcha?…
Surgen, simplemente. Casi sin esfuerzo. Vas por la calle, ves una cosa, te impresiona y la archivas en el coco… algún día saldrá. Un creador es como una esponja que va “absorbiendo” por la vida, sin ser consciente de ello. Eso después va a parar al almacén y cuando llega el momento, sin proponértelo, sale.
¿Ha sido importante tener unos colaboradores habituales en los equipos artísticos y técnicos?…
Sí, es importante. Desde nuestros inicios hemos trabajado casi siempre con los mismos creativos. Después de tantos años es importante la complicidad. Sólo con un gesto o una sonrisa, sabes de qué estamos hablando.
¿Cómo surge Campanadas de boda?…¿Háblanos de la obra?…
“Campanadas de boda” es una vieja idea que se había quedado en un cajón. Yo tenía ganas de hacer otra cosa, pero por circunstancias no la pude llegar a hacer. Al tener que estrenar algo nuevo, desempolvé esta vieja idea, la puse al día, se la propuse a mis compañeros y decidimos tirarla adelante. ¿Cómo surgió la idea? Muy sencillo: ¿Quién no ha ido a una boda? Desde siempre una boda es un gran espectáculo de teatro. Preparar una boda, es como preparar una gran función de teatro. Es como cuando en nuestra época amateur preparábamos un espectáculo. Ensayábamos durante un año para representarlo un solo día. Una boda es igual.
¿Quién no ha vivido en su familia la preparación de una boda? Han pasado los años, han cambiado las cosas, nos hemos modernizado, pero todos continuamos haciendo lo mismo. Seguimos un guión que todos sabemos interpretar de memoria.
“Campanadas de Boda” explica la historia de una familia trabajadora pero acomodada, propietarios de una de las floristerías más conocidas de la ciudad, “ Floristería Las Catalanas”, que prepara la boda de su hija, aficionada al teatro, con un actor profesional en la India muy conocido y famoso en Bollywood. Es un espectáculo, con muchas risas, mucho color, mucha música, canciones, sorpresas y como no, participación. Nosotros para definirlo de alguna forma, decimos que es “una comedia-vodevil-costumbrista”.
¿Qué proyectos tienes entre manos?…
Proyectos muchos. De momento vamos a terminar de explotar estas “Campanadas de Boda” de las que estamos muy contentos y aún tienen recorrido. Ya veremos lo que ocurre luego. Por descontado que me gustaría continuar haciendo lo mismo que hemos estado haciendo durante estos 33 años: Teatro.
¿Hay algún proyecto que nunca pudiste realizar y te gustaría?…
Muchos, pero ahí están. Algún día los desempolvaremos y como “Campanadas” los sacaremos del cajón.
¿Cómo crees que están afectando los recortes y el aumento del I.V.A. a los proyectos de teatro?…
Mal, muy mal… Sólo hace falta ver las estadísticas de ocupación de lo teatros. No se entiende que se haya gravado de esta forma tan bestia la cultura. Yo al principio creí que era una equivocación. Que se rectificaría rápidamente, porque rectificar es de sabios, pero por lo que se ve la sabiduría brilla por su ausencia.
¿Qué montaje que hayas visto últimamente, te ha interesado?¿Por qué?…
Con esta pregunta me dejas “frito”. Me doy cuenta que últimamente no he visto nada. La gira no me ha dejado estar al día en cuanto a novedades. Déjame pensar… En Bilbao vi un espectáculo de cabaret de “Las Fellini” que me gustó mucho por su frescura.
¿Alguna sugerencia para seguir creando y haciendo teatro en tiempos de crisis?…
Ante todo dejarse llevar. Utilizar el esfuerzo y la constancia como base principal de trabajo, la imaginación contra el dinero, la ilusión contra los problemas, el riesgo contra la comodidad y la “locura” contra el miedo.
Campanadas de boda de La Cubana
El teatro es un espacio para pensar y evadirse…El humor es una buena fórmula para pensar inteligentemente. La Cubana, de la mano de Jordi Milán, lleva haciendo todo esto desde hace más de tres décadas y por eso tiene un público fiel que van dándose el relevo generación tras generación. En Campanadas de boda está La Cubana más genuina, esa que nos muestra la sociedad en la que vivimos, en la que nos hemos instalado cómodamente y de la que no sabemos cómo escapar aunque no sea el mejor de los mundos posibles y lo hace sin subrayados, sin densidad, con ritmo ágil y situaciones delirantes. Y cuando parece que todo ya ha ocurrido, surge la magia cubanera y se caen las paredes del teatro, de la ficción y el público se convierte en el protagonista real de una historia que ya estaba viviendo como propia. Creo que no he visto nunca un alegato a favor de la tolerancia y el respeto entre culturas y personas como la que hay en este espectáculo cuando la canción de Serrat…Paraules d´amor suena al son de Bolywood. No lo duden, vayan a ver Campanadas de boda seguro que se reconciliarán con esta sociedad absurda y sobreactuada en la que vivimos.
Adolfo Simón









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