«Los caciques» en el Teatro Marquina
Si Carlos Arniches levantara la cabeza hoy tendría material más que de sobra para hacer un gran culebrón televisivo sobre el caciquismo, sería un gran guionista y se forraría, pero bien, honradamente, quiero decir.
Por eso es interesante revisar a nuestros autores, nuestros críticos sociales que tratan de temas endémicos de esta ciudadanía putrefacta en que se basa la política y el poder. Quién mejor que Mingote para ilustrar el cartel de este montaje de Ángel F. Montesinos que actualiza ese texto ácido y alegre que nos dejó nuestro autor.
En escena se dan cita actores memorables que despliegan toda su escuela y demuestran sus tablas haciendo reír al personal y también levantando esa pequeña costra que hace que la herida escueza cuando se la hurga. Pasen y vean lo que se cuece en la alcaldía de Arniches y luego créanse eso que dicen las Lideresas de las culpas in vigilando e in eligendo.
Luis Mª García Grande

Corrupción al cuadrado
Hay dos propuestas en el CDN, arriba en el Teatro María Guerrero: Los Caciques y abajo, en la Sala de la Princesa: Bangkok que tienen un nexo común, lo que provoca en una sociedad la corrupción. En la primera, Carlos Arniches ya tiene claro en su tiempo que un país que no se libera de los corruptos, no puede crecer en libertad ya que, de este modo, está sujeto a un mecanismo perverso que sólo consigue contaminar todo lo que se pone en contacto con esta enfermedad eterna. Ángel Fernández Montesinos opta por hacer una puesta en escena sobria, centrada en el trabajo de los actores y de la historia que cuenta la obra, huye de cualquier efectismo superfluo que distraiga la atención del espectador. En Bangkok, Antonio Morcillo plantea una situación delirante que, curiosamente, pertenece a nuestra realidad…El encuentro fortuito entre un empleado de un aeropuerto sin uso y un viajero perdido en ese lugar muerto antes de empezar a volar. Hay un juego metafórico muy interesante entre los animales que cuidan del lugar y lo que estos dos hombres pueden significar en la sociedad de hoy y, además, hay otro tercer nivel en el que se convierten en símbolos que dan trascendencia hacia otro plano vivencial. Curioso y sencillo trabajo, lleno de estímulos para un espectador inquieto.
Adolfo Simón


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