PABLO MESSIEZ nos habla de su experiencia en el teatro y de sus proyectos.
¿Cómo surge el proyecto de Las palabras?…¿De qué va la obra?…
Siempre me llamó la atención el modo en que nos vinculamos con las palabras. La forma en la que elegimos nombrar y nombrarnos. Las palabras son un arma muy poderosa y pueden afectar radicalmente nuestros cuerpos. Sin embargo, en el habla cotidiana muchas veces las usamos con un descuido realmente asombroso.
Al mudarme de país, y escuchar mi lengua natal utilizada de un modo nuevo, esto que para mí siempre había resultado inquietante, se hizo presente de modo radical.
Por eso se me ocurrió que podía estar bien montar un espectáculo en donde a la fuerza, los personajes se vieran obligados a elegir sus palabras con cuidado.
Y ahí nació «Las palabras», obra en la que una peste extraña mata a todo aquél que no piensa en lo que dice. En la obra, la peste es el marco para contar una historia de amor, ya que el amor es la experiencia que nos hace elegir las palabras con cuidado y dedicación. La declaración de amor, es como la poesía, la puesta en acto de un lenguaje nuevo y poderosísimo.
¿Hiciste algún tipo de búsqueda o documentación sobre el tema antes de empezar a escribirla?…
Leí algunos textos sobre la peste (como el «Diario del año de la peste» de Dafoe), pero no hice una investigación exhaustiva. No hay en la obra una voluntad historicista. Es una especie de fábula breve, y sin animales.
¿Cómo fue el proceso de escritura?…
Como siempre que escribo, fue largo y desordenado. Iban surgiendo ideas. Las desarrollaba. Las aprobaba o desechaba. Y luego, al ver la totalidad con los actores, volvía a editar el material si encontraba escenas que consideraba innecesarias. Así cayeron un par de escenas que me encantan, pero que resultaban redundantes en la narración total.
¿Cómo ha sido el trabajo de puesta en escena al ser autor-director?…
Escribía escenas, las probaba con actores, reescribía, editaba y así estaré hasta el estreno (e incluso después de estrenar): corrigiendo.
Con la escritura de la obra empecé hace casi dos años. Y con los actores fueron tres etapas de ensayos a lo largo de casi un año.
¿Opinas, como algunos autores, que no hay que publicar un texto hasta verlo estrenado?…
Salvo casos excepcionales, yo escribo por necesidad de ver en escena determinada idea. Por eso mis textos son muy incompletos y si pensara en publicarlos tendría que hacer un trabajo de reescritura importante. Sobre si hay o si no hay que publicar un texto antes de verlo estrenado, te diría que depende del texto. No soy muy amigo de las máximas.
¿Qué balances haces de tus últimos trabajos como autor/director?…
Veo en todos la necesidad de hablar sobre la experiencia del amor. Una continuidad temática en el intento de encontrarle la mejor forma escénica a esa idea: el amor como territorio del que se puede aprender mucho a estar en el mundo sin caer de golpe en el abismo.
¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la que vivimos?…
Sería extraordinario que pudiera cumplir una función reveladora -no didáctica, ni moralizante- reveladora de belleza, de modo radical, como un buen poema que te golpea te convierte en otro. A mí me ha pasado, viendo trabajos de Pina Bausch (por nombrar a la mejor).
Creo que cuándo el teatro sucede, las contadas veces que sucede, ES. No «representa» nada. No «habla» de nada. ES eso. Y es ahí cuando dialoga con su tiempo porque aparece. El resto, son cuentos mejor o peor contados, con mayor o peor eficacia, con mayor o menor gracia, pero podrían ser teatro, televisión, cine, documental. Por lo tanto no se revelan como teatro, y revelan poco o nada.
Creo que viene muy bien preguntarse al hacer una obra si esa obra puede existir sólo en el teatro para estar viva.
¿Qué te motiva o inspira para escribir/hacer teatro?…
El placer que me da hacerlo.
¿Cómo crees que está afectando la subida del I.V.A. y los recortes en las ayudas al teatro?…
Como ya todos sabemos y vemos. Mucho y mal.
¿Qué obra de teatro has visto últimamente?¿Qué te pareció?…
La última fue «Ubu Roi» de Donnellan y me pareció un gran ejemplo de puesta en escena valiente y rica. No soy fan del texto, pero disfruté mucho del diálogo que estableció con él Declan Donnellan.
¿Cómo ves la autoría teatral en nuestro país en estos momentos?…
La veo viva.
¿Qué diferencias hay entre la escena en Argentina y la Española?…
A este paso hay cada vez menos. Pero debo decir que me cuesta pensar la escena en términos de nacionalidades. Creo que para hacer ese tipo de análisis hay que borrar toda ambigüedad, y hacer pie sobre una serie de prejuicios para llegar a unas conclusiones más o menos ciertas (según la lucidez del intérprete) que dejan fuera todo lo que sucede al margen de esas generalizaciones (que suele ser lo mejor). Sólo presto atención a las nacionalidades para elegir restaurante.
¿Proyectos?…
Muchos. Algunos junto a Alberto Conejero, que es un autor que admiro y con el que espero que podamos concretar proyectos en 2014.
Y uno personal, muy en pañales, que llevará dos o tres años de trabajo. El punto de partida es el certificado de arribo a América de mi tatarabuelo que me mostró mi madre. El documento pone: «Stéfano Prato de nacionalidad italiana, procedente de Génova, llegó a Buenos Aires el 18 de Octubre de 1884 en el buque «Europa». 21 años. Soltero. Profesión: Zapatero»
Revisando papeles para sacar la nacionalidad italiana y poder seguir trabajando aquí sin pedir permiso a la policía (mira, de ahí vendrá mi tirria con las putas nacionalidades) encontré ese papel y en seguida supe que ahí estaba mi obra nueva.









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