Pedro Villora reflexiona en esta entrevista sobre sus facetas de autor y profesor.
¿Cómo surgió el proyecto del texto tuyo que va a ser estrenado en Italia?, háblame de él…
Durante mi estancia como becario de la Real Academia de España en Roma conocí a varios dramaturgos y directores italianos. Entre otros, vi algún espectáculo de Massimo de Michele, un antiguo colaborador de Giorgio Strehler que había dirigido obras de Genet y Pasolini, precisamente dos de mis referentes. También había dirigido un texto de Rodrigo García. Me preguntó por mis obras, le hablé de varias, y se interesó por «Bésame macho». Encargó su traducción y meses después, cuando ya había regresado a España, me escribió para decirme que quería montarla. Todo ha sido sorprendentemente sencillo y fácil. Para mí es extraño porque esta obra jamás ha sido estrenada en España y, sin embargo, ha generado artículos y conferencias en Estados Unidos y Alemania, ha representado a España en el Festival de Dramaturgia Europa Contemporánea de Chile, se está componiendo en Francia una ópera usándola como libreto y ahora mismo se está traduciendo al griego para hacerse allí. Y aquí, en cambio, apenas nadie la conoce.
¿Cómo fue tu experiencia en la estancia que hiciste en ROMA?…
La Academia de España en Roma es una institución llena de posibilidades que, por desgracia, lleva demasiados años siendo dirigida por diplomáticos y políticos, y no por artistas con capacidad de gestión. Necesita una auténtica renovación tanto para que pueda volver a integrarse en la vida cultural romana como para que los becarios tengan interlocutores que comprendan los procesos creativos. Pese a ello, la experiencia ha sido maravillosa porque he tenido la oportunidad de conocer bien la que desde hace años es mi ciudad favorita. Me siento mucho más a gusto en entornos antiguos que allí donde se privilegia la actualidad, la modernidad y lo último.
¿Cómo es el teatro en ese país?…
Tan bueno y tan malo como en cualquier otro país de nuestro entorno. He visto teatro clásico sobrecargado de importancia y teatro contemporáneo de fácil provocación, pero también obras hermosísimas. Además he visitado varias escuelas y facultades y he comprobado la gran calidad de los estudios técnicos y de diseño escenográfico. Creo que en ese terreno Italia es un referente.
¿Qué conocimiento tienen ellos de nuestros autores, compañías, directores?…
Casi tan escaso como a la inversa. Si nosotros aún hablamos de Strehler, Ronconi o Pier Luigi Pizzi, ellos han avanzado un poco para llegar a Lluis Pasqual, Calixto Bieito y Álex Rigola. Como compañía, la más conocida es La Fura dels Baus gracias a los montajes de ópera. En cuanto a autores, el páramo tras Lorca y Arrabal apenas da lugar para algún texto de Belbel, Mayorga o Rodrigo García. Eso dentro del ámbito teatral y crítico más especializado. En el entorno académico y universitario es distinto, porque hispanistas y traductores se alían para publicar de vez en cuando antologías de teatro contemporáneo e incluir a gente como López Mozo o Alberto Miralles en los estudios de posgrado.
Vuelves a la RESAD como profesor…¿Qué ha cambiado en tu visión de la pedagogía en este tiempo de pausa que has tenido en las clases?…
Creo que entender la formación como simple desarrollo de las inclinaciones vocacionales da lugar a un conocimiento muy parcial de las potencialidades del individuo. Me gusta la formación global con una gran base teórica que permita no solo hacer lo que se entiende, sino entender lo que se hace. Y se puede cambiar «entender» por «gustar» o «apreciar». Me parece importante ahondar en lo que aparentemente no le va a uno: lo cómico si se es trágico, lo dramático si se tiende a lo posdramático…
¿Cómo ves el plan de formación de la RESAD a nivel dramaturgico?…
Dramaturgia y Dirección de Escena no son dos carreras distintas, sino la misma con dos recorridos diferentes. El nuevo plan de estudios, originado por el Plan Bolonia, incluye formación en escritura para los directores y en dirección para los dramaturgos. Me parece imprescindible porque, continuando con la pregunta anterior, no creo en las especializaciones en teatro. Todos debemos ser capaces de hacer de todo, aunque luego tengamos nuestras preferencias. En ese sentido, también me parece adecuado que se potencien en los primeros años las técnicas de escritura dramática aunque haya alumnos que tengan mayor interés por lo posdramático. Los ejercicios son fundamentales para conocer los orígenes y ser conscientes de qué renovación se produce con otro tipo de técnicas posteriores.
¿Estás escribiendo algún texto en este momento?¿De qué va?…
Ahora mismo estoy disponible para estudiar encargos. Me gusta trabajar en colaboración con directores o dramaturgos. Pero prefiero no hablar de proyectos no terminados porque igual los dejo en el cajón para siempre.
¿Hay algún proyecto de puesta en escena sobre algún texto tuyo en nuestra ciudad?…
No. Desde que estrené «El juglar del Cid» en el Teatro Alfil no se ha vuelto a hacer nada mío en Madrid. Por eso he decidido producir y dirigir yo mismo mi próximo espectáculo.
¿Qué te pareció la creación del FRINGE MADRID?…
Sólo he visto el trabajo de Marco Calvani, a quien había conocido en Roma, así que no puedo opinar porque no sé cómo se ha organizado el festival ni qué logros artísticos ha obtenido. Por principio, cualquier ayuda a la promoción del teatro alternativo o independiente me interesa.
¿Qué montaje de teatro has visto ultimamente?¿Qué te pareció?…
Dejé de hacer crítica teatral porque no me apetecía escribir sobre cosas que no me gustaban, así que prefiero comentar solo trabajos que me agradan. Me ha encantado «Orquesta de señoritas», como casi todo lo que hace Juan Carlos Pérez de la Fuente. Solo tuve ocasión de trabajar con él haciéndole la versión de «La vida es sueño», pero repetiría sin dudarlo porque comparto en buena medida su sentido de la ceremonia.
¿Crees que va a cambiar el panorama teatral tras los recortes y la subida de I.V.A.?…
El panorama teatral debe cambiar siempre tras cualquier circunstancia, y todavía mejor si es él el que logra cambiar las circunstancias. El excesivo dispendio en algunos teatros públicos había llevado a cierto aburguesamiento, con una pretendida modernidad muy domesticada. En ese sentido no me parece mal que se intente trabajar con menos. Ahora bien, el I.V.A. es una cuestión distinta a los recortes, porque el encarecimiento de los costes de producción acarrea una subida al consumidor que seguramente rechazará: nos costará más hacer trabajos para cada vez menos gente, con lo que la oferta tenderá a desaparecer. Dudo mucho que el teatro tenga capacidad para sobrevivir si esta situación se mantiene en el tiempo. Pero confío en que no se mantenga.
¿Alguna sugerencia para seguir creando en tiempos de crisis?…
Como he dicho antes, es precisamente ahora cuando voy a producir un espectáculo por primera vez. Prefiero que la crisis me pille trabajando que no en casa doliéndome de lo difícil que es hacer nada.



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