«La estupidez» en Matadero Madrid

«La estupidez» es una obra compleja, no apta para espectadores noveles o señores que van dos veces al año al teatro, por muy Teatro Español que sea. Partiendo de este punto de vista, el lector de esta crítica se estará imaginando como espectadores a sesudos catedráticos en Filología Hispánica o similares y puede que se le estén quitando las ganas de asistir a ver este entramado, pero estas no son mis intenciones al hablar sobre el montaje, ya que a veces hay que abrir la cabeza, experimentar, dejarse llevar y meterse en vena tres horas de teatro, pero del bueno, del intenso, del que no te deja respirar para pensar, y caer en la cuenta de que las sensaciones después de haber visto esta obra, afloran, surgen y regurgitan en nuestra cabeza.
Spregelburd ideó una especie de laberinto de veinticuatro registros dramáticos para cinco actores que ubicó en Las Vegas, un lugar donde, dicen, que todo lo que ocurre debe de quedarse allí. Inspirado en el pecado capital de la avaricia desarrolló toda una serie de escenas en donde se desarrolla la estulticia humana en todos sus niveles. Hasta las clases menos pudientes se ven atraídas por el vil metal y pudren su mente y la de los demás moviendo sus vidas alrededor de lo superfluo y de lo ridículo.
Feelgood Teatro demuestra de nuevo su investigación y experiencia, dando un paso más, un paso firme, arriesgado y decidido para crear montajes de calidad y bajo la sapiencia y dirección de Fernando Soto, experimentado ya como director, y conocedor del entramado dramatúrgico que quiere presentar el autor unos actores que aportan toda su experiencia y capacidad para cambiar de registros a un ritmo endemoniado y hacerlo con nota esta es obra que no dejará indiferente a nadie, sepa o no de teatro.
Luis Mª García Grande
«Feelgood» en Matadero Madrid

El poder corrompe… no solamente a los políticos sino a todo lo que les rodea. Las relaciones que se establecen entre el hombre y el poder es lo que ha preocupado a Alistair Beaton al escribir esta obra, que trata de ser un reflejo, no sabemos si muy fiel, de la realidad y día a día de los políticos.
Feelgood, ganó el Premio Evening Standard a la Mejor Comedia en 2001 y, desde entonces, se ha estrenado con éxito en Estados Unidos, Canadá, Alemania, Dinamarca, Austria, Portugal, Eslovenia, Estonia, Finlandia y Hungría.
La publicidad y marketing creados para esta obra no tienen nada que ver con lo que se nos va a proponer sobre el escenario. Al ver el cartel de Feelgood, con Fran Perea a la cabeza, seguido de Manuela Velasco, pensamos en altos ejecutivos, en carreras por el dinero, en jóvenes pero sobradamente preparados, … pero a nivel privado, de empresa. De repente nos encontramos en algo que tiene que ver con los políticos y cómo nos venden sus ideas.
La obra nos mantiene en tensión durante el tiempo que dura, como si estuviésemos trabajando constantemente para mantener ese puesto que no podemos perder y los actores contribuyen a mantener este ritmo de manera que deben acabar agotados tras la representación.
Merece la pena prestar atención a la escenografía creada por Uxua Castelló que ha utilizado la icónica Lámpara Fase, conocida como «Presidente» para hacer que todo este entramado de poderes gire en torno a ella.
En definitiva, una buena adaptación de la mano de Alberto Castrillo-Ferrer que nos mete de lleno en los entresijos del poder político y sus peligros y consecuencias.
Luis María García
Debe estar conectado para enviar un comentario.