Revista digital de Artes escénicas -Año 12º-

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Paco Azorín nos habla de sus proyectos como director y escenógrafo.

azorin¿Cómo surge el proyecto de Julio César?…
El proyecto surge hace casi ya diez años, cuando era director del
Festival Shakespeare. Siempre me interesó mucho la simplicidad de esta
obra, razón por la cual, en USA la estudian los alumnos de secundaria:
un asesinato de estado, los adeptos, los detractores y sus razones.
En esa idea de proyecto de hace diez años ya estaba Mario Gas y Sergio
Peris-Mencheta. Ha merecido la pena esperar estos diez años para poder
reunirlos en el escenario, junto con el resto del elenco y equipo
artístico que he tenido la inmensa suerte de tener.

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¿Hubo ocasión durante el proceso para que los actores aportasen ideas en la puesta en escena?…
¿Cómo ha sido el trabajo con ellos?…
Por supuesto. Como director soy muy permeable y entiendo el teatro
como un auténtico proceso compartido. Lo que es muy importante es que
el director trace una línea de trabajo, unas ideas previas y, como si
se tratara de un juego, marcar ciertas reglas. Una vez empezado el
juego, es decir, los ensayos, cada jugador (actor) deber tener cierta
autonomía para proponer, para jugar y para sentirse parte activa del
montaje.
El trabajo con todos ellos ha sido fácil y natural. A pesar de tener a
tres directores como actores (Gas, Peris-Mencheta y Ulloa), el proceso
ha sido delicioso, puesto que todo el equipo ha sabido entregarse al
límite de sus posibilidades.

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¿Hay algún referente técnico o artístico del que has partido para crear
el montaje?…
He partido de la palabra de Shakespeare y, en todos los momentos
delicados por los que atraviesa un proceso tan complejo como la
creación de un espectáculo, cuando se han producido, he sugerido
volver a confiar en la fuerza sísmica de la palabra en Shakespeare.

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¿Por qué haces teatro?…
Porque el teatro, la ficción teatral, es mucho más interesante que la
vida. Porque no podría vivir si no existiera esta otra dimensión, ese
lugar llamado escenario en donde pueden pasar cosas prodigiosas con
solo emitir un sonido o lanzar una mirada.

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¿Qué balances haces de tus últimos trabajos para la escena?…
No debo hacer ese balance yo sino el público, que, a fin de cuentas,
son los destinatarios de nuestro trabajo y su razón última. En todo
caso vivo cada uno de mis proyectos con auténtica pasión, entendiendo
que no son más que un paso dentro de un largo camino que nos lleva
hacia no sé bien dónde.

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¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la
que vivimos?…
El mismo que ha tenido en los últimos veinte siglos. Espejo donde
mirarse, con todos nuestros efectos y defectos y, sobre todo,
provocador de ideas y removedor de conciencias.

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¿Cómo crees que está afectando la subida del I.V.A. y los recortes al
teatro en España?…
Ha sido una medida lamentable que nunca se debió producir. A ningún
sector económico de un país se le puede subir los impuestos un 13% de
golpe. Y menos a la cultura, puesto que la cultura es una inversión,
no un gasto. Un país culto es un país más libre.

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¿Qué obra de teatro has visto últimamente?¿Qué te pareció?…
Fue una ópera, TRISTAN UND ISOLDE con dirección de Peter Sellars y
proyecciones de Bil Viola. Me pareció muy interesante y muy
arriesgado, en el sentido más positivo del adjetivo, entendiendo que
el riesgo es imprescindible para el hecho artístico.

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¿Proyectos?…
Como director: TOSCA, en el Liceu (marzo ’14), LA VOIX HUMAINE, en el
Teatro del Canal (abril ’14)
Cmo escenógrafo: EL CABALLERO DE OLMEDO, con la CNTC (febrero’14), LAS
DOS BANDOLERAS, con la CNTC (mayo’14).

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Brokeback Mountain en el Teatro Real

El legado de Gerard Mortier se ha hecho realidad dentro del Real: Una ópera pedida por encargo para su estreno mundial y  que trata de un tema muy común en las óperas pero que se adapta a nuestros días. La ópera toma como punto de referencia la muy elogiada película de Ang Lee en la que se narra la relación física y enamoramiento de dos vaqueros en el Wyoming de los sesenta.

Nos encontramos ante un tema transgresor aún en nuestros días: la historia de amor de dos vaqueros en los sesenta en Wyoming. Brokeback Mountain nos habla del amor imposible y del deseo puro a través de la historia de dos vaqueros, representados por Tom Randle y Daniel Okulitch,  que se conocen en la montaña. La montaña es un lugar aislado del mundo, donde puede florecer un amor puro y donde sus personajes lo viven con plenitud apartados de un mundo «normal», donde la moral no va a ser tan moderna como nos lo hacen creer los medios de comunicación. Todavía existen muchas barreras para dos hombres que se aman y que desean vivir su amor con plenitud. Por este motivo, el comportamiento humano se ve distorsionado, afectado y, muchas veces, perseguido.

Ivo van Hove, director de esta obra, nos habla de este interés por reflejar la concepción de amor imposible y de la relación que tiene con Tristan und Isolde en términos de convención social y represión. Una tragedia, provocada por la moral actual que enlaza perfectamente con antiguas óperas. A través de un escenario minimalista consigue crear una atmósfera represiva y asfixiante en la que la montaña, representada en imágenes proyectadas (creadas por Tal Yarden) sobre un escenario completamente blanco, juega el papel del destino: algo inamovible y aplastante. La escena, prácticamente vacía nos sugiere un lugar inhóspito y agreste. Más adelante nos introduce en el mundo cerrado y burgués de Wyoming, que nos recuerda a Edwar Hopper y David Lynch en su imaginería. Por último el escenario se torna negro con la muerte de Jack, en el que el coro, reflejado a base de sombras y la madre de Jack, interpretada magistralmente por Jane Henschel, juegan un papel fundamental.

La relación entre la partitura, creada por Wuorinen, y la escena es de complementareidad y apoyo mutuo y refleja fielmente lo que se ha querido reflejar en el libreto. Wuorinen también ha querido reflejar, mediante una música densa y evocadora que nos traslada al peso de la montaña,  ese peso de la sociedad actual y ese sentimiento de agobio por parte de los dos protagonistas. Su música minimalista  intenta reflejar un discurso hablado coloquialmente en un tiempo y época precisos, aportando a los personajes masculinidad y despojándoles de cualquier diálogo superfluo, tal y como ha reflejado la libretista y también creadora de la novela Annie Proulx, la cual ha trabajado en complicidad con el músico, simplificando diálogos y creando personajes que no aparecían en la película y que redondean la partitura, como el coro y un fantasma.

Una magnífica producción que pone al Teatro Real en un listón bastante alto y que nos hace reflexionar: Dicen que el amor mueve montañas, pero en Brokeback Mountain nos demuestran que le cuesta mover la moral.

Luis Mª García Grande.

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