Danza despojada
Este fin de semana han coincidido en Madrid una serie de espectáculos de danza que tenían como denominador común, la esencialidad, el despojamiento absoluto de cualquier detalle superfluo que distrajese sobre lo que se quería contar y como.
Dentro de Madrid en danza, tres propuestas a cuál más radical y sugerente. En el Teatro de la Abadía se presentó “Tsura” que se traduce como “rostro” o “superficie”. Con esta pieza, que se ha visto por primera vez en España, la compañía OrganWorks se adentró en el concepto de identidad recurriendo al arte y la literatura, en un proyecto que une a la artista visual Midori Harima y a los músicos Masayuki Kagei y Kazunari Abe, maestro del shinobue (flauta japonesa). Sobre el escenario ocho intérpretes desplegaban una hipnótica coreografía que giraba alrededor del elemento simbólico de la máscara, descubriendo un sutil universo de poesía contenida y una fuerte vinculación con las artes escénicas tradicionales japonesas, como el teatro Noh. En la sala roja de los Teatros del Canal, Tragédie, a través de la cual, Olivier Dubois nos enfrentó a un “sentimiento del mundo”. Sobreexpuestos en su desnudez, nueve mujeres y nueve hombres se fundían, produciendo, con el roce de sus acciones y movimientos, un estrépito. Conjurando una forma corporal única y distinta que les despojaba no solo del vestido, sino también de todo su bagaje histórico, sociológico y psicológico. Y en Cuarta Pared, una experiencia única e inolvidable: MatchAtria, una instalación coreográfica multimedia que nos invitaba, a los exclusivos espectadores, a establecer un contacto íntimo con el corazón de la bailarina. El título combina las palabras “matcha” (“té”), en alusión a la ceremonia japonesa del té, y “atria”, el término anatómico para la aurícula, el atrio del corazón. En colaboración con el internacionalmente reconocido artista visual y director de cine Yoshimasa Ishibasi, la bailarina y coreógrafa japonesa Yui Kawaguchi ha diseñado “una ceremonia del corazón”. Sobre el escenario, la artista interaccionaba con proyecciones de vídeo en 3D que configuran paisajes oníricos. Mientras, una herramienta diseñada al efecto permitía a los espectadores sentir los latidos de Kawaguchi en directo, conectando con ella en una experiencia única. MatchAtria permite ver, oír, tocar y experimentar los mundos vibrantes que contiene nuestro cuerpo; más que nunca, es imposible contar lo que se sentía en el patio de butacas.
Y en Teatro Pradillo, un programa doble performático, en la primera pieza, Magdalena Leite & Aníbal Conde nos ofrecieron una sesión de dance sin ningún tipo de elemento externo añadido, los cuerpos desnudos se movían inspirados por una música que solo escuchaban ellos, una deconstrucción músico corporal curiosa y como cierre, en la segunda pieza, Luis Moreno Zamorano empieza su trabajo cuando está saludando al público al final de una supuesta pieza, lo que ocurre a partir de ese momento es el laberinto en el que el artista se sumerge para entender qué ha realizado sobre el escenario, intentando descubrir si sus miedos han sido más poderosos que el deseo de comunicar.
Adolfo Simón
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