Música en la voz
Este fin de semana han coincidido casi al tiempo dos espectáculos donde la voz y la música eran los protagonistas. Para público familiar, en Cuarta Pared se ha representado «Luna Sefardita» de Ana Alcaide, un viaje sonoro por países e instrumentos de la mano y las palabras de la intérprete y sus músicos, un concierto teatralizado donde la didáctica empleada hacía más sencillo transitar por los paisajes musicales que nos proponían. Y en La pensión de las pulgas…»La voz humana» de Paulenc/Cocteau interpretada por Paula Mendoza y dirigida por Marta Eguilior que, sorprendentemente, convierten el exquisito espacio de la calle Huertas en una prolongación de cualquiera de los templos del bel canto. Viajar a través de la música y la voz de esta ópera de cámara es una experiencia muy poco habitual.
Adolfo Simón
Dario Paso: Me apasiona contar historias
¿Cómo surge el proyecto de Una extraña comedia?…Háblanos del texto y del montaje…
Surge del aburrimiento, del reto y de la necesidad. Hasta la fecha sólo había conseguido realizar cortometrajes, tanto en el guión como en la dirección. Esta es la primera obra de teatro que levanto (que no que escribo). Siempre me ha gustado la comedia absurda, surrealista, negra y dadaísta y me propuse el reto de hacer una comedia macabra y disparatada, que no tuviera ni pies ni cabeza, que no estuviera regida por normas ni pautas canónicas, sin censuras de ningún tipo. Simplemente me puse ante el teclado y dejé que saliera mi humor más enfermo y depravado, escribiendo lo que a mí me divertía y rezando porque hubiera gente tan enajenada como yo que pudiera disfrutarlo. Quería dar una vuelta de tuerca más al sinsentido, al absurdo. Además me propuse hacer una miscelánea de géneros que me encantan: la comedia, el misterio, lo siniestro y el goticismo. También llevaba mucho tiempo centrándome en la escritura de un guión de largometraje y quería descansar mi cabeza, liberarla, llevar a cabo un acto catártico, un pequeño exorcismo y de éste nació «Una extraña comedia». Tanto el texto como el montaje están realizados desde la perspectiva del «por qué no», del «porque sí», «porque me apetece». No ha habido ataduras ni autocensuras de ningún tipo. La verdad es que he tenido muchísima suerte de que En la casa de la portera hayan confiado en mí a la primera, de que les haya gustado y de que conectaran y comprendieran tan bien como lo han hecho tanto el texto como mis intenciones.
Creo que con respecto a «la necesidad» qué me llevó hacer la obra no hace falta que explique mucho: «comer».
¿Hubo ocasión durante el proceso para que los actores aportasen ideas en el texto o en la puesta en escena?…¿Cómo ha sido el trabajo con ellos?…
¡Por supuesto! He tenido una enorme suerte al poder contar con dos actores tan extraordinarios como Marta Eguilior y Tato Loché. Los actores siempre deben ser sagrados en cualquier proyecto, pero en uno de este tipo deben ser, directamente, dioses. Sin actores, y concretamente, sin estos dos actores, «Una extraña comedia» jamás hubiera existido. Un texto tan complejo y esquizofrénico requería de unas muy buenas interpretaciones. Durante el proceso de ensayos les di carta blanca para que aportaran y jugaran, para que se enfrentaran a la obra como lo harían dos niños enfermos jugando, como lo harían dos teleñecos psicópatas. Fueron tremendamente disciplinados y rigurosos y, la gran suerte para mí, es que comprendieron el código desde el principio. Un código muy personal y en el que se sumergieron sin ningún problema, casi como si la hubieran escrito ellos. Nos compenetramos de maravilla y eso ha ayudado muchísimo a poner en pie la obra.
¿Hay algún referente técnico o artístico del que has partido para crear esta obra?…
¡Buf! Tengo una enorme cantidad de referentes mezclados en mi cabeza. Ya no sólo mezclados, si no remezclados y revueltos, por eso me salen este tipo de historias. Es evidente que mi fuente máxima de inspiración ha sido el teatro del absurdo, podría citar desde Jardiel Poncela a Ionesco. También he bebido directamente de la novela y el relato gótico, autores como Edgar Alllan Poe o Lovecraft están muy presentes en la obra, eso sí, en clave de comedia, riéndome de ellos con la enorme admiración y respeto que les tengo. Pero es innegable que también me han influido mundos más pops, más cercanos, como películas, series o dibujos animados y, cómo no, mi venerado Lewis Carroll en la forma y en el fondo, maestro del Nonsense. A nivel estético (y también en su forma expresiva) me inspiré, básicamente, en las ilustraciones del dibujante «macabro» Edward Gorey, un auténtico genio.
¿Por qué haces teatro?…
Me apasiona contar historias. Tengo la pulsión, la necesidad de relatar y sobre todo de mostrar mi enfermo cerebro al resto del mundo (tal vez con la esperanza de encontrar a otros compañeros de viaje que estén tan mal de la cabeza como yo y sentirme un poco menos extraño). Y para llevarlo a cabo me gusta cualquier plataforma, desde el cine a la narrativa, pero el teatro es la madre de todas ellas. La cercanía del narrador (el actor) con el público, la espontaneidad, la autenticidad de estar viviendo durante un tiempo unos hechos aparentemente reales delante de ti, con elementos y personajes tangibles, con sentimientos y situaciones que casi puedes acariciar hacen del teatro el medio idóneo para llegar al receptor de una forma más directa, más impactante, más salvaje.
¿Qué balances haces de tus trabajos como director-autor de teatro?…
Como ya he comentado este es el primer proyecto de teatro que consigo poner en pie. Hasta la fecha sólo he escrito y dirigido cortometrajes, cosa que me apasiona. Mi corta y reciente experiencia escribiendo y dirigiendo teatro ha sido muy, muy satisfactoria y tengo más que claro que voy a repetir todas las veces que me dejen.
¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la que vivimos?…
A parte de las consabidas y básicas: culturizar, educar, sensibilizar, enseñar, entretener… Creo que el teatro debe de despertar conciencias, debe de convulsionar al espectador, no dejarlo jamás indiferente ante lo que vea y más en una época tan compleja y agitada como la que vivimos. El teatro debe ser un espejo de la sociedad y de la humanidad misma. Un lugar donde ver lo guapos o feos que podemos llegar a ser. Toda expresión artística tiene que hacernos pensar y retorcernos las entrañas ya sea para bien o para mal, ya sea de felicidad o de dolor.
¿Cómo crees que está afectando la subida del I.V.A. y los recortes al teatro en España?…
Es evidente que muy negativamente. Es un homicidio en plena regla, frío, calculado, cometido con alevosía, premeditación y nocturnidad. En este país hay gente que tiene alergia a la cultura (el saber, el conocimiento) y al arte (la sensibilidad, el sentimiento) y van a hacer todo lo que esté en sus manos para destruirlos. Porque la cultura y la educación son «armas» muy potentes para el pueblo y a algunos les da mucho miedo que tengamos esas «armas».
¿Qué obra de teatro has visto últimamente?¿Qué te pareció?…
Hace poco pude disfrutar en La pensión de las pulgas del montaje de «Sótano» escrita por Josep María Benet i Jornet, dirigida por Israel Elejalde e interpretada por Víctor Clavijo y Juan Codina. Me encantó el texto, el montaje y las soberbias interpretaciones de esos dos enormes actores.
¿Proyectos?…
Ahora mismo, como autor y director, estoy muy centrado en levantar mi primer largometraje, una auténtica locura de género de terror que espero poder ejecutar cuanto antes. Como actor acabo de rodar bajo las órdenes de Jesús Ponce la Tvmovie para Canal Sur «Diamantino» y en teatro hemos estado representando hasta hace poco en el off del Lara «¡Es lunes!» de Almudena Ramírez-Pantanella junto a la maravillosa actriz Sara Martín y que con un poquito de suerte podremos volver a representar.
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