Revista digital de Artes escénicas -Año 12º-

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David Lorente: El verdadero arte siempre es combativo: si no lo es, no es arte.

lore¿Cómo surge el proyecto que presentas en La Pensión de las Pulgas?…
«El Grito del Contrabajo» surge a propuesta de mi gran amigo Roberto Drago, que andaba a
vueltas desde hacía mucho tiempo con adaptar la novela «El Contrabajo», de Süskind y probarse
en el difícil terreno interpretativo del monólogo. Roberto y yo ya habíamos trabajado juntos en
otros dos montajes y la verdad es que nos entendemos a las mil maravillas, y eso es algo que hay
que aprovechar siempre, con lo que cuando me lo propuso no me lo pensé.
Háblanos del montaje, del texto…
La primera premisa fue hacer de la novela teatro. Tras una primera adaptación de Roberto, nos
propusimos condensar al máximo el texto, sacando de la novela lo que denominábamos los «hits»
del personaje, es decir, las frases esenciales en lo referente sobre todo a su conflicto. No hay
nada añadido por nuestra parte. Nada. Todo lo que se dice está en la magnífica novela de
Süskind. En el género novelístico creo que no es tan importante, pero en teatro el conflicto es la
esencia, y al comprimir las setenta páginas de la novela hasta dejarla en nuestra adaptación en
siete, apareció el conflicto, apareció incluso otro personaje, podríamos decir, respecto al de la
novela. Un personaje mucho más disparatado y a la vez, me atrevo a decir, más interesante para
darle vida en un escenario.
Tras depurar de esta manera la novela, tanto Roberto como yo teníamos claro que en esta historia
tenía que participar Ernesto, hermano de Roberto, contrabajista, y también enamorado del texto
desde hacía años. Y a partir de su incorporación, nos pusimos a jugar con el asunto.
¿Hubo ocasión durante el proceso para que los actores aportasen ideas en la puesta en escena?
No sólo hubo ocasión, sino que fue desde el principio el objetivo. Entiendo que el actor es el que
manda, el que debe llevar en todo momento la iniciativa. Todos los que le rodeamos debemos
acompañar. Dirigir no es mandar, es escuchar.

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¿Cómo ha sido el trabajo con ellos?
Somos amigos desde hace mucho. Nos conocemos muy bien. Concha Delgado y Miriam Reyes
también entraron enseguida en el proyecto, y entre los cinco nos propusimos sobre todo
investigar, aprender, y divertirnos. No se puede hacer buen teatro sin divertirse.

¿Hay algún referente técnico o artístico del que has partido para crear esta propuesta?
La verdad es que no se me ocurre ninguno.

¿Por qué haces teatro?
Creo que es lo mejor que sé hacer para ganarme la vida, la verdad.

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¿Qué balances haces de tus trabajos como director de teatro?
Sinceramente, no hago nunca ningún balance de mi trabajo. No le doy ni siquiera esa importancia.
Sí que es verdad que cada vez tengo más claro lo que he dicho anteriormente, que dirigir es
escuchar, todo lo contrario a imponer. El director tiene que conseguir que todos las personas que
participen en el montaje lo hagan de la manera más libre y creativa posible.

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Háblanos de los más recientes
Hacía como tres años y algo que no dirigía teatro. Yo soy actor más que director. Me meto a dirigir
normalmente cuando alguien, como en este caso Roberto Drago, me propone algo que no puedo
decir que no. No sé valorar muy bien «mi trayectoria». No me hago mucho caso.

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¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la que vivimos?
Pues creo que la función intrínseca de toda manifestación artística, es decir: serlo. Ser arte. El arte
es necesario en el sentido de inevitable, afortunadamente. Por mucho que se esfuerce, y a veces
se esfuerza con tozudez, el ser humano no puede vivir sin arte. Es imposible.

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¿Cómo crees que está afectando la subida del I.V.A. y los recortes al teatro?
Es evidente para mí que estos gobernantes que tenemos no quieren Teatro. Es evidente.

¿Qué obra de teatro has visto últimamente?¿Qué te pareció?…
La primera que me viene a la cabeza es «El sueño de una noche de verano» que vi en Almagro
dirigido por Tim Robbins. Me fascinó.

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¿Proyectos?
Estoy empeñado en dirigir «El Monstruo de los Jardines», una delicia de obra de Calderón de la
Barca, y vive dios que lo conseguiré.

¿Se pueden hacer propuestas combativas hoy en día?
Me pongo estupendo y digo: hacer arte es hacer preguntas. Hacer preguntas es cuestionar.
Cuestionar es, siempre, combatir. El verdadero arte siempre es combativo: si no lo es, no es arte.

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El grito del Contrabajo en La Pensión de las pulgas

El grito del contrabajo es la adaptación teatral de la novela de Patrick Süskind, «El Contrabajo», y se puede disfrutar todos los miércoles de diciembre en La Pensión de las Pulgas. Dirigida por David Lorente, que consigue introducir al espectador en una musical atmosfera. Protagonizada por Roberto Drago con la ayuda a las cuerdas del músico, Ernesto Drago. Una simbiosis que hace que el público se emocione. Un monólogo en tono de drama, que nos desvela la apasionante relación que tiene un músico con su instrumento. La Historia puede parecer en algunos momentos lineal y de poca ligereza por el gran peso que coge la palabra con terminología instrumental y musical, que se compensa con el gran trabajo del actor, que hace que esté completamente viva. En ese acogedor salón podemos contemplar un músico obsesionado, impulsivo y un tanto esquizofrénico. Junto a un figurativo y sombrío músico que bebe, escucha música mientras descansa o calienta su instrumento antes del gran concierto. Esta dura historia comienza en un tono sarcástico y burlón donde el protagonista nos desvela sus intimidades con el Contrabajo, a modo de escusa, pues tras ese gran Instrumento de nobles materiales y anchas curvas se esconde una mujer. Instrumento que tienen el placer o desgracia de tocar. Pues lo que parecía una relación de amor y pasión se convierte en una carga y un obstáculo, una obcecación por reivindicar su sitio dentro de la orquesta, al igual que en una sociedad deshumanizada que le ignora. Una trastornada relación que llevará a Ernesto hasta el grito final en plena representación «El Oro del Rin”.
Pablo Canoel-grito-del-contrabajo-1-baja


Roberto Drago: Hago teatro porque me apasiona y me hace sentir vivo.

dra¿Cómo fueron tus inicios en el teatro?…
Mi padre me metió a clases de teatro ya desde que era pequeño en Argentina. Él era dentista de la Asociación Argentina de Actores y también hacía teatro. Al acabar mi formación en la escuela de Cristina Rota me llamaron para formar parte del elenco de «Rosencrantz y Guildenstern han muerto» dirigida por la propia Cristina Rota.

¿Qué es el teatro para ti?…¿Por qué haces teatro?…
El teatro forma parte de mi infancia y de toda mi vida. Crecí rodeado de teatreros. Hago teatro porque me apasiona y me hace sentir vivo.

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¿Qué balance harías sobre tu trayectoria?…
Mi trayectoria ha sido irregular; muchos años de televisión y teatro y luego, con la crisis, muchos proyectos quedaban en el camino o no duraban mucho tiempo. Ahora estoy combinando 3 obras de teatro y doy clases de interpretación. España se ha argentinizado en ese aspecto.

¿Qué función crees que ha de tener el teatro para la sociedad de hoy?…
El teatro debe tener la misma función que ha tenido siempre: concienciar, entretener, reflexionar…

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¿En qué proyectos has participado durante el último año?…Háblanos de ellos…
Pues estoy en la Compañía del Corral de Comedias de Almagro interpretando a Don Juan en «El Burlador de Sevilla». Estoy encantado con ese texto maravilloso y muy arropado por grandes compañeros. También estoy de gira con «El extraño caso de la Marquesa de Vadillo» con la compañía Teatro del Zurdo… Una compañía con la que quería trabajar hace tiempo y con amigos desde hace años. Encantado. También estoy con «El grito del Contrabajo» de Patrick Süskind bajo la dirección de David Lorente. Es una apuesta muy fuerte en la que he involucrado a mucha gente talentosa que tengo alrededor.

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¿Cómo surgió tu participación en El Grito del Contrabajo?…
Hace años que estaba buscando un buen monólogo para hacer. Un día recordé que mi hermano (bajista) me había aconsejado que lo leyera cuando éramos adolescentes y me pareció perfecto. Hablé con David Lorente, ya que lo admiro como director y aceptó.

Háblanos de este trabajo…¿Cómo han sido los proceso?…
Lo primero que hicimos es la adaptación, con paciencia y cuidado para mantener la esencia del texto. Unos meses después empezamos a ensayar. Los ensayos han sido muy gratificantes, sin forzar, y explorando a través de ejercicios. Luego se incorporó mi hermano para definir el montaje. En el camino se fueron incorporando Concha Delgado en la ayudantía de dirección y Mirian Reyes en Regiduría.

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¿Cómo creas tus personajes?…¿Tienes un método?…
No tengo un método definido, cada proyecto es distinto,pero intento rodearme de gente que me aporta y me ayuda.

¿Cómo crees está afectando los recortes y el aumento del I.V.A. a los proyectos de teatro?…
Es una auténtica barbaridad el 21% de IVA. Es evidente que al gobierno no le interesa que prospere la cultura, pero no van a poder destruir el deseo de los artistas.

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¿Qué montaje que hayas visto últimamente, te ha interesado?¿Por qué?…
Últimamente veo teatro buenísimo! «Othelo» de Gabriel Chamé; «El minuto del payaso», de Teatro del zurdo, «El más querido» de Denise Despeyroux. Hay mucho talento.

¿Proyectos?… En Enero protagonizo un capítulo de «El ministerio del tiempo» en TVE con un personaje precioso. Y seguiré con los tres montajes de teatro.

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¿Alguna sugerencia para seguir creando en tiempos de crisis?…
Creo que en España sobra talento y eso no se puede frenar. Hacer teatro en espacios no-convencionales es una buena alternativa para desarrollar los proyectos.

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Rudolf de Patricia Suárez en la Sala Mirador

Las víctimas de los holocaustos no son solo los que desaparecen durante el horror de esos tiempos, hay víctimas que heredan terribles heridas físicas o psíquicas que les acompañarán el resto de sus vidas. En Rudolf, Patricia Suárez nos habla de las hojas de un calendario en el que Alemania se reconstruye tras el salvaje paso del nazismo por sus calles y plazas. En ese tiempo donde parece que el sol volverá a salir, siguen viviendo en la bruma y el ruido de la pesadilla reciente, dos personajes heridos por ese desastre humano. Dos personajes que tratan de olvidar el pasado, creyendo que fue la vida de otros y soñando por un futuro que no saben qué lugar tendrá en su piel. Dos seres frágiles que se esconden en la comida y las caricias torpes. Dos seres complejos y contradictorios que interpretan con delicadeza y verdad dos actores en estado de gracia: María Botto y Roberto Drago. Cristina Rota ha huido, acertadamente, de una puesta aparatosa para centrarse en la vida en escena a través de sus actores.
Adolfo Simón

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