“¡Es niña! o No despiertes el camino que duerme.” de Otso Kautto
Las transgresoras réplicas entre un padre (Manuel García) y una hija (Teresa Vallejo) construyen bajo los focos de La Casa del Lector y la dirección de Adolfo Simón, un arco dramático que refugia y estimula a un artista (Blas Nusier) armado con un lienzo en blanco. Dos personajes, junto con el performer, deambulan en coche sin más rumbo que el de su conversación. Con un fuerte aroma al “Lolita” de Vladimir Nabokov, infancia, sexualidad, descaro, roles familiares, impulsos freudianos y verdades sin tapujos ni vaselina se van materializando en papel, con Blas Nusier como médium.
En esta lectura dramatizada, la historia experimenta una evolución plástica de un inocente carboncillo a un pesado y voluminoso acrílico que empapa el papel hasta trascenderlo. El virginal pliego de inicio se abre de par en par al firme y palpitante arte de Blas Nusier. Éste embraga y acelera (nunca frena) en su trance creativo hundiendo sus pies descalzos en peluches y muñecas rubio platino, desnudas y tan expectantes como nosotros, los voyeurs. Con la atención a caballo entre el trabajo performático y el dramático, esta propuesta nos recuerda que el teatro, como el agua, como las pasiones y las necesidades humanas, se abre camino por donde sea, transformando sin remedio todo aquello que su humedad conquista.
A pesar de su origen finlandés, “¡Es niña! O No despiertes el camino que duerme.”, de Otso Kautto, se mimetiza con el calor veraniego que inunda Madrid sin posibilidad de huída, como la peste. Tras probar con diferentes juguetes, una de las muñecas, tan rubia y tan desnuda, es finalmente insertada por Blas Nusier en el centro empapado del cuadro, decapado y extasiado de pintura, que aún no comprende el curso de los acontecimientos desde sus tiempos de “tabula rasa” hasta la depravación de rojos y azules en que se ha convertido.
Descender a los infiernos de la psique es cuestión de segundos. O de casi dos horas si uno se entretiene en un violento revolcón de cuneta, palabras a pelo y caricias acrílicas.
Lucientes de Rakel Camacho en Teatro del Arte
Dicen que cuando uno está a punto de morir, ve pasar la vida como en una película. Me pregunto que habrán visto en ese film último los grandes genios del arte…¿Su vida?¿Su obra?… En Lucientes, la pesadilla de Goya antes de huir…¿De la vida?¿De España?… Hay un ritual que podría haber imaginado Artaud, donde las pinturas del genial aragonés cobran vida, construyéndose y destruyéndose ante los ojos del espectador. Es un gran ceremonial donde los actores son muñecos de un guiñol en el que se burlan de la historia y la vida. No es habitual ver en nuestros escenarios obras comprometidas con el arte y con el presente, aquí, en Lucientes, hay una mirada al pasado para ponerla frente a espejos esperpénticos, la única manera de ver la realidad tal como es según Valle Inclán. Por suerte para los espectadores de Madrid, hay propuestas que no ocurren sobre las banquetas de un bar o sobre historias superfluas, aquí hay una propuesta arriesgada que no dejará indiferente a nadie. Y seis actores entregados a muerte con el discurso escénico…Jorge Kent, Teresa Vallejo, Rebeca Matellán, Lorena Benito, Antonio Sansano, Aldo Lozano y la música en directo de Marcel Mihok.
Adolfo Simón
Lorca al vacío en la Sociedad Cervantina
Lorca al vacío es el hijo imposible que nunca tuvo Federico, es el niño Federico que soñó un futuro en el que los malabaristas lanzan bolas de fuego al aire, las secretarias escriben en teclados inalámbricos y las sillas tienen pies con zapatos…Lorca al vacío es una ceremonia poética para desenterrar los huesos de todos los desaparecidos de la historia y para que Julieta encuentre refugio en los brazos de mármol de un jugador de rugby que se ahogó en una de tantas pateras que a diario llegan a nuestras costas… Asistir a este ritual íntimo provoca un placer extraño, una mezcla sensual e hiriente. Todos estos pasajes, estas hojas sueltas de la obra que nunca escribió Federico son fruto del imaginario de un grupo de creadores… Sonia Sebastián en la dirección, María Velasco en la dramaturgia y los artistas plásticos: Hisae Ikenaga y Juan Zamora creando espacios imposibles…y dan cuerpo y sangre a todas las fantasmagorías imaginadas…Raúl Jiménez, Aarón Lobato, Esosa Ono, Irene Serrano, Jorge Silvestre y dos interpretes de presencia inquietante…Natalie Pinot y Teresa Vallejo.
Adolfo Simón
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