Julián Fuentes: El teatro sirve para sacudirse el miedo al poder
¿Cómo surge el proyecto que estrenas en el Matadero?…Háblanos del texto y del montaje…
El texto lo encontró Jorge Muriel, lo tradujo y me lo pasó a principios del 2013, y de ahí hasta ahora, fuimos buscando la manera de hacerlo, sin prisa, pero sin pausa. El autor, Andrew Bowell, es un dramaturgo y guionista Australiano bien conocido allá. Yo viví dos años en Australia, y estuve yendo y volviendo hasta el 2011, a realizar varios proyectos. Fue divertido y evocador leer «Cuándo deje de llover”, una vez ya instalado aquí, tan lejos de ese país en el que eché una raíz extraña, que aún me une a él. Al leerlo, me encontré con un paisaje familiar, y hermoso. Conocia a Bowell por el cine, y me conectó con otros autores australianos que había leído como Tim Winton o Perter Carey, y otros directores o guionistas como Justin Kutrzel o David Michôd. Los Australianos tienen un pulso especial: con las mismas bases de la cultura Europea, son, sin embargo, muy libres y despiadados en sus aproximaciones a los relatos. Hacer una escapada a estos terrenos es algo que a los de aquí, a los de Europa, nuestra madre Europa, con sus cadenas y su (cada vez menos) soterrada y constante violencia de pensamiento, tan fértil para generar cultura y contracultura, y tan tendente a la neurosis y la ansiedad, nos viene bien.
Australia, como Canada, y como partes de America del Sur y Sudafrica son, en suma, la periferia de nuestro sistema cultural (de Africa y Asia no hablamos porque son, directamente, otros sistemas) y poseen, en ocasiones, una limpieza en sus acercamientos a los temas, que resulta casi naïve para la cínica y bien preparada mente europea, pero que es capaz de ofrecer muchas cosas. Por principio, un cambio de óptica, una perspectiva amplia. Siempre me ha interesado la periferia. La periferia es lo mas alejado del ombligo, y dejar de mirarse el ombligo parece la asignatura mas importante. Parece que ya estamos en ello, desde la cultura y la sociedad civil.
Así pues…»Cuándo deje de llover” fue un reencuentro.
El texto, como he dicho antes al referirme a un cierto tono común de la narrativa Australiana (aunque a mi parecer también la comparten muchos autores Sudafricanos, como Coetzee, que de hecho viven todos en Australia, emigrados), es un pulso despiadado y lleno de una extraña inocencia con la memoria y el futuro. Es un repaso de los horrores y las esperanzas inherentes a todos, porque todos tenemos familia, y todos estamos dominados por pulsiones heredadas, que ni siquiera, en muchos casos, conocemos, aunque ellas si nos conozcan bien a nosotros. Conecta la familia con el tiempo, el tiempo histórico, y el tiempo atmosférico, la lluvia, los cambios, la degradación de las cosas. A mi juicio, tiene la valentía de levantar la vista y ver mas allá de nosotros mismos, de ver que no somos lo único ni lo mas importante que sucede en este planeta. Por mucho que nos pese, deberiamos solucionar nuestros conflictos, no solo para ser mas justos entre nosotros, sino para evitar que la nave en la que viajamos se vaya a la mierda. Esto siempre, siempre se nos olvida. El suelo que pisamos, la comida que comemos, el otoño, el invierno, todo esto, lo damos por sentado. Como a nuestras propias familias. Y como a nuestras propias familias, muchas veces solo seremos capaces de amarlas en la distancia y la ausencia. Pero debemos pensar que todo esto, un día, se acabará. De estas cosas, y algunas mas, habla el texto.
La puesta en escena la quisimos proponer a cuatro bandas para crear la posibilidad de observar una cosa viva, un organismo vivo, un ciclo, no una imagen plana que solo nos ofrece profundidad o cercanía (que, de todos modos, no son poco), sino que se vuelve necesariamente cambiante dependiendo del punto de vista del espectador. A partir de ese momento, diseñamos un acercamiento condicionado, en todos sus aspectos, por este factor.
En el texto se nos habla de que, tras la caída de los sistemas absolutistas, se instaura, la “edad de la razón” que pone “la ciencia y el arte” en el centro de la creación, no a Dios, es decir, a los sistemas religiosos. Contando con que esto se dijo hace mas de doscientos años, y todavía no es cierto, aunque se nos ha vendido como la base de nuestros sistemas políticos y de pensamiento, si quisimos apoyarnos en esa dualidad arte/ciencia. Tratamos de sistematizar y modelar patrones, buscando emular plasticamente los patrones que, en nuestra vida, nos pasan nuestros padres, y los patrones según los cuales buscamos relacionarnos con la naturaleza. Tratamos de hacer eso, con la urgente necesidad, una vez entendidos, de romper esos patrones. Y parece ser que en esos estamos todos. La política de nuestros días es un patrón podrido que nos lleva hacia el absurdo, y estamos tratando de romperlo.
Siempre me ha interesado la ciencia, en relación con el arte, y la puesta en escena tiene mucho que ver con eso.
¿Hubo ocasión durante el proceso para que los actores aportasen ideas en la puesta en escena?…¿Cómo ha sido el trabajo con ellos?…
Continuando con el asunto anterior, el de una aproximación científica a la creación, por supuesto. No creo en la “visión del director” sobre la propuesta escénica. Mi trabajo es el de plantear posibilidades a un equipo artístico, y el suyo, a su vez, plantearlas tanto a mi como al resto de los actores y diseñadores. Un equipo de trabajo testea, prueba, arriesga, y una vez hecho esto las suficientes veces, apuesta por una hipótesis final, que se ofrece a un publico. Mi trabajo tiene de extraordinario que, en los momentos de crisis, soy el designado para tomar una ultima decisión, porque soy el que mantiene una visión de conjunto. Nada mas. No tengo las claves del trabajo, ni lo pretendo. El director, a mi juicio, es una especie de “padre de la patria” como decían los Romanos, que salvaguarda la República en horas de crisis, y debe ceder de nuevo el poder cuando esta pasa. Dichas crisis son algunos momentos de los ensayos, las decisiones finales, los estrenos. Nada mas. No me extraña que a muchos “padres de la patria”, tanto en el arte como en la política, se queden enganchados a esto y quieran convertirse en emperadores, ya que esa sensación puede intoxicar sin duda el ego. Pero ese poder de decisión es solo transitorio, solo es un eslabón, ni mas importante ni menos, que los aportados por los demás.. Es hermoso y liberador que así sea. Es justo, y multiplica las posibilidades de la creación.
Los actores se ven metidos en este proceso de “testeo”, a veces completamente ciegos, y nadan en el agua en la que nosotros echamos de todo… y extraen sus conclusiones. Felipe, Jorge, Angela, Consuelo, Susi, Pepe y Pilar han creado sus personajes al 100%, decisión a decisión, paso a paso, y si les he llevado la contraria ha sido para ofrecerles alguna idea nueva, igual que ellos a mi. Y de ahí, del toma y daca, nace la homogeneidad de la propuesta. La comprensión del tono, de la apuesta general. La apertura. Me preocupa que la gente tenga una visión demasiado estructurada y mental de lo que quiere. Resulta difícil que la vida se abra paso en esa estructura.
¿Hay algún referente técnico o artístico del que has partido para crear esta puesta en escena?…
Todos los referentes los lleva uno encima. Mis referentes teatrales comenzaron con Lepage, Castelluci, Leigh Warren y DV8, Kauzo Onô y la danza butoh, el director italiano Antonio Latella, mi verdadero maestro en hacer procesos teatrales, y pasan también por Donellan, Brook o Wilson, o Chereau, y se mezclan con referentes literarios como Saramago, Coetzee, Melville, Kafka, Zamiatin, y cinematográficos como Nolan, Kubrik, Nicholas Winding Refn, Herzog, o musicales como Glass, Richter, Schubert, Bach, o bandas como Rammstein, o incluso los tristes de Radiohead, o cientificos como Hawking, Turing, Sokal, Chomsky, y los grandes teóricos de la historia como Robert Graves, Amin Maalouf… todo está mezclado y no se ni quiero separar unas cosa de otras. Lo cierto es que aunque el teatro es mi vida, mi oficio, no trabajo solo con referentes del teatro, en absoluto, ni siquiera me planteo que tenga que hacerlo. Me da la impresión de que hacer teatro es una manera de juntar muchas cosas en un solo ámbito, como supongo también sentirán otros profesionales de las industrias creativas. Cuando algo me interesa, lo estudio, lo observo, trato de comprenderlo, trato de saber como se hace, por qué funciona, sea lo que sea, música, ensayo, literatura, teatro, o como se construye una casa, o como se pone en marcha el motor de un coche. Y finalmente, siempre encuentro que todo tiene que ver con el teatro.
¿Por qué haces teatro?…
Por que todo tiene que ver con el teatro. Todo. Al menos, así es para mi. Realmente, el teatro es una manera de contar historias. Me interesa escuchar historias. Eso, de entrada. Con los años vi que, aparte de escucharlas, podía y debía contar historias. Pero lo que mas me interesa es escucharlas. Por eso, aunque estudié interpretación, me cambié de bando, y me cuesta estar en el escenario. Me gusta mas estar al otro lado. Pero puedo garantizar que durante los ensayos les cuento mil historias a mis compañeros… y en suma, de todos modos, creo que es importante saber que se siente cuando uno es el narrador, el actor. Es importante conocer ese riesgo. Los directores que no han sudado bajo los focos cuando hay algún fallo técnico durante una representación, por ejemplo, se están perdiendo algo, definitivamente.
¿Qué balances haces de tus trabajos como director de teatro?…
Sigo trabajando. Y aprendiendo. Y saltando barreras que antes, ni veía. El balance es bueno.
¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la que vivimos?…
La de siempre. Transformadora. El teatro cuenta historias, porque el cerebro humano está configurado para aprender a través de los relatos. Para encontrar las constantes y, siguiéndolas, sobrevivir, o, rompiéndolas, sobrevivir. El teatro hoy tiene la función que tendrá siempre. Hoy, sencillamente, tenemos que pelearnos con la jodida configuración capitalista de que las industrias creativas no producen un bien material, y con eso sudamos y luchamos. Pero ganaremos. Siempre ganamos. Están tratando de combatir, ya no el espíritu humano, sino su propia morfología. Son gente bien estúpida, que piensan que nosotros somos los que no vemos la realidad… ellos no son capaces de verla ni cuando se ven reflejados en el espejo de sus cuartos de baño. Me pregunto que verán. Que misterio opaco verán en sus caras de hombres y mujeres cansados y mentirosos. El teatro, por ejemplo, sirve para sacudirse el miedo a esta gente, el miedo al poder. Hoy, es una función esta muy importante
¿Cómo crees que está afectando la subida del I.V.A. y los recortes al teatro en España?…
Nos están asfixiando. Están tratando de ponerle puertas al campo, de tasar el aire. Montoro y Wert son lo mas mezquino y pútrido que ha pasado por el gobierno español desde la transición. Y sumo al ex-ministro Acebes también, por aquello del los atentados. Que asco. Y paro aquí por no hacer una lista enorme. Pero tendrán que ceder. La gente sigue yendo al teatro. Y escuchando música. Y reclamando lo que es suyo. A nosotros, mientras tanto, nos obligan a vivir en un estado lamentable. Pero, al final, se irán. Pero hasta entonces no se trata de “aguantar”. Se trata de echarlos. Hay muchas maneras de hacer esto.
¿Qué obra de teatro has visto últimamente?¿Qué te pareció?…
Vi, “Gasoline Bill” de Pollesch y “The Valley of Astonishment” de Brook. No podían ser dos cosas mas dispares. Pero disfrute de ambas como un niño. Dos creadores en la plenitud.
¿Proyectos?…
Unos cuantos. Tengo que trabajar mucho para llegar a fin de mes, como todos. Tengo la suerte de estar haciendo lo que necesito hacer, de todos modos. Que no es poco.
CARLOS ÁLVAREZ-NÓVOA nos habla de su larga trayectoria en el teatro.
¿Cómo fueron tus inicios en el teatro? ¿Realizaste otras facetas además de la actuación?…
Procedo del TEU (Teatro Español Universitario) de la Universidad de Oviedo, donde empecé en el año 1958 como actor y después lo dirigí, alternando mi trabajo como actor con el de director. Desde esa fecha, hasta la actualidad, no hay un sólo año de vida en que no haya hecho o participado en algún montaje; después del TEU, en el teatro independiente (en los años sesenta, por ejemplo, estuve en Goliardos), y después en el profesional. Mi dedicación fundamental, de lo que vivo actualmente, ha sido siempre como actor, pero también como director, como autor (entre otros tengo el premio Tirso de Molina) y como estudioso (he publicado varios libros de investigación teatral y fui muchos años profesor del Instituto del Teatro de Sevilla).
¿Qué es el teatro para ti? ¿Por qué haces teatro?…
El teatro, el cine, la televisión, es mi forma de vida. Podría dedicarme a otras cosas, pero, ¿por qué hago teatro? Pues porque creo que con ello se hace una importante labor social, porque disfruto haciéndolo, porque, como persona, es con la profesión con la que me siento más realizado… ¡yo qué sé e1 porque ha sido mi elección y he luchado y lucho para mantener la ilusión que me produce entrar en cada montaje en una vida nueva, distinta…
¿Qué balance harías sobre tu trayectoria?…
Sin que suene a pretencioso, estoy satisfecho, porque siempre he hecho mi trabajo con toda mi ilusión y mi pasión, procurando honestamente dar lo mejor de mí mismo (y lo peor en los personajes malos). Durante toda mi vida me he dedicado a ello. Durante 55 años, que son los que llevo, en teatro he trabajado, como director o como actor, en 84 montajes; en cine -que empecé tardíamente con “Solas”-, en 26 largometrajes y en 66 cortos (es mi ONG particular); y he participado en más de veinte series de televisión. Y aparte de premios siempre he sentido a mi alrededor que mi trabajo era considerado, al menos, por su honestidad.
¿Qué diferencia hay para ti del teatro que se hacía en tus principios al que se hace hoy en día?…
Hay una diferencia grande. Por una parte, antes, estábamos menos preparados, el escenario era la única escuela y aprendías de tus errores. Pero por otra, el teatro que muchos hacíamos, sobre todo en la época de la dictadura, era, aparte de nuestra pasión, nuestro gran compromiso, nuestra arma para luchar por la libertad. Y creíamos en ello. Y a lo mejor, hasta sirvió para algo.
¿Qué función crees que ha de tener el teatro para la sociedad de hoy?…
La que ha tenido siempre: ser un espejo de la realidad para que el espectador se enfrente con sus propias preocupaciones, contradicciones y problemas y tome partido. Y, por supuesto, entretener y divertir. El teatro debe hacer pensar, pero nunca aburrir.
¿En qué proyectos has participado durante el último año? Háblanos de ellos…
En teatro, antes de “Una vida robada”, hice “La noche de Max Estrella”, un apasionante montaje de Francisco Ortuño coproducido por Centro Andaluz de Teatro y por el Centro Dramático Galego. Nada más ni nada menos que “Luces de bohemia” con un solo personaje en escena, Max Estrella, y con el texto íntegro de Valle-Inclán, en las voces de todos los demás. En cine se han estrenado este año dos películas, “Las cartas de Málex”, de Carlos Reyes y “El amor ya no es lo que era”, de Gabi Ochoa y está a punto de estrenarse “El mal del arriero”, de José Camello. Y en televisión he grabado para las series “Gran Reserva”, “Con el culo al aire” y “El Príncipe”. Y cuatro cortos “Soledad” (Fran Moreno), “Dios” (Carlos Val), “42” (Joaquín Villalonga) y “Adiós, adiós” (María Toscana). No me puedo quejar.
¿Cómo surgió tu participación en Una vida robada?…
Grabando con Petra Martínez en “Gran Reserva” me habló de la obra, ella estaba muy cerca del proyecto, y me pasó el texto, me encantó. Petra me propuso y me eligieron. Tanto Juanjo Seoane, el productor, como Julián Fuentes, el director, querían trabajar conmigo y yo con ellos.
¿Cómo ha sido el trabajo con el director? ¿Y con el resto del equipo?…
Julián Fuentes es un director lúcido, profundo e intuitivo al mismo tiempo. Me interesó mucho su propuesta y me entregué a ella al cien por cien. Aparte de su espléndido trabajo con los actores, consiguió crear un ambiente de entusiasmo y colaboración que favorecieron en el proceso de ensayos mucho al montaje. En la última fase del proceso intervino también el autor, Antonio Muñoz de Mesa, quien de acuerdo con el director, aportó al montaje ajustes muy interesantes. Y en el escenario tengo la fortuna de compartir mi trabajo con esa maravillosa mujer que es Asunción Balaguer, tan llena de vida, de ilusión, de optimismo y de alegría; me admira su sentido de lo teatral, su naturalidad y cómo vuelca en su trabajo toda la bondad de su persona. También me he encontrado muy a gusto con Liberto Rabal con quien tengo menos presencia directa en escena, pero muy intensa y muy potente. Mi personaje, con quien se relaciona fundamentalmente, es con el que interpreta Ruth Gabriel. Hacía muchos años que tenía ganas de trabajar con ella y he tenido la suerte de hacerlo. Desde el primer momento nos entendimos maravillosamente. En escena. Ruth es una actriz que, además de su personalidad, su formación y su profesionalidad, trabaja siempre con la verdad, se arriesga para ofrecer sus sentimientos y es extraordinariamente generosa. Creo que hoy es una de las mejores actrices que tenemos en España.
¿Qué proyectos tienes entre manos?…
Aparte de “Una vida robada” que durará toda la temporada, y posiblemente continúe la próxima, en cine, en junio, rodaré en La Capadocia, en Turquía, con Paula Ortiz (“De tu ventana a la mía”) una maravillosa versión suya sobre “Bodas de sangre” que con el título “La novia” protagonizará Inma Cuesta. Y en televisión participaré en un par de series que aún no se han comenzado a emitir (“El Príncipe” y “El chiringuito”)
¿Cómo crees que están afectando los recortes y el aumento del I.V.A. a los proyectos de teatro?…
Están causando daños irreparables. La situación no es sostenible. Y se produzca o no el deseado cambio de ministro, lo que tiene que cambiar es la actitud del Gobierno hacia el teatro
¿Qué montaje que hayas visto últimamente, te ha interesado? ¿Por qué?…
De lo que he visto en la última temporada, lo que más me interesó, por su puesta en escena, la “Hécuba” de José Carlos Plaza; y por las interpretaciones de los compañeros, me quedaría con la Carmela, de Inma Cuesta, y con los monólogos de Alberto San Juan (“Autorretrato de un joven capitalista) y de Sergi López (“Non solum”).
“Mundos posibles”. Kubik Fabrik en coproducción con: Teatro de la Abadía, Teatro de Malta y Corazón de Vaca.Julián Fuentes.Jhon Mighton. KUBIK FABRIK

KUBIK FABRIK
Compañía: Kubik Fabrik en coproducción con: Teatro de la Abadía, Teatro de Malta y Corazón de Vaca.
“Mundos posibles”
Idea original: Jhon Mighton
Versión y dirección: Julián Fuentes
Tras su estreno en el Teatro de la Abadía se ha presentado en Kubik Fabrik el nuevo trabajo de dirección de Julián Fuentes… Mundos posibles, a partir de una idea de Jhon Mighton. La obra plantea la posibilidad de estar ocurriendo varios planos de existencia al mismo tiempo; algo tan complejo que muchas veces se ha abordado en la literatura y el cine pero pocas en teatro, aquí se realiza ante los ojos del espectador con una sencillez apabullante. No hace falta cambiar escenografías aparatosas para mostrarnos otros espacios de la realidad, ni hay que apoyar técnicamente la escena para que creamos que entramos en otras dimensiones. Solo es necesario cambiar signos pequeños y sutiles, un buen equipo de actores dispuestos a desdoblarse sin pestañear y un texto en el que los verbos temporales y físicos se cruzan ajustadamente. Con todo esto, Julián Fuentes realiza una propuesta sin fisuras para añadir a su interesante curriculum.
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