Victoria Szpunberg nos habla sobre su relación con el teatro
¿Qué es el teatro para ti?…¿Por qué escribes teatro?…
El teatro es un arte presencial que se construye de forma colectiva. Es un lugar de encuentro en el que confluyen elementos terriblemente efímeros con ecos muy arcaicos. Aspectos materiales, físicos y prosaicos conviven con aquello más profundo, y con aquello más elevado. El teatro es aquí y ahora y, sin embargo, queremos eternizarnos en él. «El instante eterno». Es un juego, pero jugársela es cosa seria.
¿Qué balance haces de tu trayectoria como autora?…
Este tipo de preguntas es para periodistas, académicos o autores que guardan prolijamente todos los recortes en los que aparece su nombre. Me dedico al teatro desde los 17 años, o tal vez antes, hace muchos años… Hago danza desde pequeña, empecé a bailar a los 10 años. Entonces, la respuesta es que aún resisto.
Quiero sentirme libre e independiente, eso tiene su precio. Odio las clasificaciones, eso tiene su precio. Me gusta ir de un lugar al otro, probar, investigar… Eso tiene su precio. He escrito varias obras, se han traducidos unas cuantas, todas las he estrenado, en Barcelona y fuera, casi siempre en salas alternativas. He conocido el teatro oficial, no me sentí bien en ese espacio, aunque creo que no topé con la mejor de las insitituciones. He conocido el teatro comercial, me reí más que en el oficial. Sigo en lo independiente. He hecho dramaturgias para danza, me encanta trabajar con coreógrafos, ahí he encontrado un lugar interesante. He escrito cuentos sonoros, para la radio y para instalaciones, suelo trabajar con Lucas Ariel, un artista del sonido, músico también, hemos hecho varias piezas en las que se mezcla el texto y el espacio sonoro. He escrito obras infantiles, sobre todo desde que soy madre. También he trabajado en proyectos de teatro y educación… Soy profesora en el Institut del Teatre de Barcelona y en otras escuelas. Y sigo estudiando.
He ganado algunos premios. Sin embargo, siento que mis mejores obras (al menos las que yo considero más elaboradas) no encuentran con facilidad su lugar.
¿Cómo surge el proyecto de Boys dont cry?…Háblanos de la obra….
Cuando Francesc Garrido me propuso hacer algo juntos, me hizo una ilusión tremenda, es uno de los actores que más respeto de la cartelera catalana. Yo tenía una escena breve, casi una obra corta, sobre dos hombres. Hace tiempo que quería trabajar personajes masculinos. En esa escena un personaje mata al otro. Había trabajado en la dramaturgia de una pieza de danza sobre la historia de Caín y Abel, creo que ese episodio bíblico influyó especialmente, quería seguir con eso. Decidí continuar la escena de los dos hombres: uno de los protagonistas había muerto, o seguía con un drama psicologista en el que la viuda se encuentra con el asesino o dejaba que lo inesperado me sorprendiera, transformando el género, el código… Quise trabajar sobre la expectativa. El público empieza «entendiendo», asiste a un codigo reconocible y, de repente, nada es lo que parece. Intento que nada quede enquistado, cuando crees que has entendido, cuando has juzgado lo que ves, aparece lo otro, lo extraño, lo misterioso, el cuestionamiento de la convención.
¿Cómo fue el proceso de creación del texto?¿Pudiste seguir el proceso de puesta en escena?…
Gloria Balañà, la directora, ha estado a mi lado durante el proceso de escritura. Me gusta mucho compartir el metrial con ella. Es una persona con mucha sensibilidad y una capacidad de escucha impresionante. Luego, hicimos lecturas con los actores, antes de que la obra estuviera acabada. Ellos me dieron ideas buenísimas. Francesc leyó el texto cuando apenas tenía 10 o 15 páginas, me animó mucho a seguir. Aceptaron muy bien el viaje que yo les proponía, en el que el realismo se va desfigurando. O tal vez se trate de un realismo más profundo, en el que se cuela el inconsciente, la contradicción, el deseo, el azar, lo posible y hasta lo imposible.
¿Hay algún referente técnico o artístico del que partiste para crear este texto?…
Como ya he dicho, creo que tuvo especial influencia el mito de Caín y Abel. El primer asesinato. Un hombre que mata a su hermano porque no se siente tan estimado por Dios. Caín está marcado, lleva consigo la marca del crimen y de su propia herida.
En cuanto a la dramaturgia, en esa época estaba leyendo especialmente a Pinter, esos personajes burgueses tan insatisfechos. Recuerdo también que vi varias veces la película Cache, de Haneke, me apasiona como juega con la expectativa. Nunca te da lo que quieres ver, te da otra cosa. Me planteaba un trabajo específico sobre la expectativa.
Por otra parte, hace unos años trabajé en un proyecto con Rafael Spregelburd. He visto muchas de sus obras y he leído con atención sus textos, he aprendido mucho de sus mecanismos dramatúrgicos, en los que de repente se dispara una lógica inesperada y singular.
¿Qué momento está viviendo hoy el teatro en Barcelona/Cataluña?…¿Cómo está la autoría teatral en Cataluña?…
Como antes, un periodista te contestaría mejor a esta pregunta. Se habla mucho de «dramatúrgia catalana». Tengo colegas muy interesantes, gente que escribe cosas muy variadas. Para mí hay mucho potencial amagado, fuera de lo que vemos en el escaparate.
Existe una escuela de dramaturgos, mucha gente joven escribiendo. Creo que está de moda ser dramaturgo, tengo mi teoría sobre eso. Somos una sociedad con más artistas que espectadores. Todos queremos proyectarnos, que nuestra identidad esté en boca de otros, en los diarios, el facebook, la tele… Hacer cine es muy costoso y escribir poesía o pintar cuadros es demasiado romántico, se ve como algo antiguo. La música ya se ha abaratado hasta límites insospechados, cualquiera hace música hoy en día, o ruido, no sé qué hacen, me parece algo detestable lo que la industria está haciendo con la música. Escribir teatro parece más accesible. Mucha gente escribe obras. Ahora bien, la dramaturgia es otra cosa. El autor teatral es otra cosa. Tanta gente que escribe y tantas obras idénticas, las mismas fórmulas, los mismos giros… De todas formas, me parece bien que haya mucha gente y mucha variedad. Aunque creo que se está apoyando excesivamente un tipo de teatro muy convencional.
¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la que vivimos?…
¿Cómo crees que está afectando la subida del I.V.A. y los recortes al teatro?…
El teatro más que nunca debería defender su papel político. También reivindicar lo que tiene de ritual, de lugar de encuentro entre las personas. Y no olvidar que es un acto artístico, cultural. Por lo tanto, debería aspirar a la belleza, al discurso crítico, a una mirada humanista… Crear un espacio en el que la sociedad puediese enfrentarse a sus miserias, a sus virtudes, a sus sentimientos más profundos y a las ideas más arriesgadas.
La gente que nos dedicamos al teatro deberíamos aspirar a metas más elevadas y caminos más elaborados. Y partir de que el público es inteligente.
Estamos viviendo un momento muy difícil. Las salas pequeñas están al límite del cierre. Los programadores tienen mucho miedo y buscan productos absolutamente comerciales. La gente está perdiendo el trabajo. Sin embargo, lo peor es el empobrecimiento espiritual, la falta de criterio, de ética y de estética.
La profesión está deprimida y desanimada. Ojalá fuera un problema sólo del teatro, es un problema sistémico, y muy general. El teatro debe encontrar su fuerza en este momento.
¿Alguna sugerencia para seguir creando en tiempos de crisis?…
Viajo mucho a Buenos Aires, ese modelo nos puede dar ideas, aunque las comparaciones son odiosas. Allí han creado sin demasiada subvención, con presupuestos mínimos y, sin embargo, existe una cantera de actores y dramaturgos excepcional. La ventaja que tienen es la enorme tradición teatral que tiene el país. Todos los bonarenses han ido alguna vez al psicoanalista y han estudiado teatro. Es una costumbre social.
En Catalunya tenemos dos problemas importantes, aparte del problemón económico; por una parte, es difícil crear espacios de exhibición por un tema legal (salas que no pueden abrir porque no cumplen los requisitos burocráticos) y, por otra parte, parece ser que no tenemos suficiente público para el teatro más novedoso.
Sin embargo, el que quiere crear algo, el que siente la necesidad de hacerlo, encuentra la manera de adaptarse y de resistir.
Lúcido de Rafael Spregelburd dirigido por Amelia Ochandiano en el Centro Dramático Nacional
Hay montajes teatrales que se salvan gracias a un buen texto, una buena dirección…una escenografía que complete poéticamente la propuesta…pero sobre todo, lo que es esencial para que un barco teatral llegue a buen puerto es…un buen y apropiado reparto. Lúcido es un material dramatúrgico muy potente porque juega a crear efectos reflejo sobre los personajes que el espectador ha de seguir con una atención activa, descubriendo así qué es real y qué soñamos. Amelia Ochandiano ha dirigido con maestría y sutileza esa obra en ese espacio escénico que se pliega y repliega para mostrarnos mundos paralelos…Y sobre todo, saca el máximo de jugo actoral a un reparto exquisito…Alberto Amarilla, Tomás del Estal, Itziar Miranda e Isabel Ordaz, en un momento de madurez y sabiduría escénica como ya veníamos intuyendo desde su trabajo en Días Felices.
Isabel Ordaz nos habla de sus proyectos artísticos.
¿Cómo surge el proyecto de Lúcido?…¿De qué va la obra?…¿Y tu personaje?…
La obra me llega a través de Amelia Ochandiano que me propone el personaje de Teté. Cuando la leo quedo fascinada, tanto por la estructura de la que se sirve Rafael Spregelburd para contar esta obra, como de la historia y de los personajes. Lúcido está llena de secretos y no se puede desvelar demasiado la historia, pero diré que se trata de una madre (Teté) que trata de no perder a sus hijos (Lucrecia y Lucas) y también de un amante, un camarero, un riñón trasplantado, risas y lágrimas y una sorpresa final que conmueve enormemente.
¿Cómo ha sido el proceso de creación del montaje con la directora y el resto de actores?…
El proceso de creación ha sido diríamos que intenso, es mi segundo trabajo con Amelia Ochandiano y ella no se conforma nada más que con lo perfecto. En este caso lo más difícil era encontrar el tono de la obra, pues Lúcido podría ser una tragicomedia pero también mucho más, un crisol de géneros. Una vez que dimos con ello, con el tono, nos quedamos más tranquilos. El resto del equipo es estupendo, Tomas, Itziar y Alberto, estupendos. Y por supuesto la escenografía, de Ricardo Sánchez Cuerda, un acierto.
¿Qué balances haces de tus últimos trabajos como actriz en teatro?…
Para no alargarme hablaré de los 3 últimos. Mi apuesta para montar Los Días Felices de Beckett, en la que entré en la co-producción, fue todo un desafío y un empeño, hacía años que quería saber de que estaba compuesta Winnie debajo de su duna, al final creo que lo descubrí y fue hermosísimo. Me parece que debajo de sí Winnie guarda todo el siglo XX, que no es poco, sus dos terribles guerras, el principio del fin del sueño europeo, etc., en fin sería muy largo. Para el Nacional hacer a Madame Collete en el montaje de Lluis Homar de Luces de Bohemia fue un lujo, Lluis es un gran hombre de teatro y siempre se aprende con él. Y Ahora Spregelburd, donde Amelia me ha hecho un extraordinario regalo: a Teté, inmensa, y a la que todavía estoy conociendo.
¿Preparas de forma distinta un personaje para tv, cine o teatro?…¿Cuál es tu método de trabajo?…
El entusiasmo es el mismo, el medio impone sus reglas, eso es todo.
¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la que vivimos?…
El teatro, hoy y siempre, es el espejo donde se mira una sociedad, es el status de civilización de una sociedad. Hoy en día, al competir con tanta oferta en este parque del entretenimiento en el que estamos inmersos, lo que el teatro creo que aportaría es el concepto noble de FICCIÓN, en el sentido de la creación (literaria, dramática, plástica) como instrumento para el conocimiento de nosotros mismos, y no la verdad en sí como parecen querer vendernos los apólogos de las telerealidades, etc.
¿Crees que está afectando mucho la subida del I.V.A. y los recortes al teatro?…
Sí, está afectando, como al resto de las áreas, la cultura o el arte no es una marcianada que no se sabe de dónde viene ni a dónde va, sino aquello, junto con la educación, que nos hace ser mejores. El Rey Lear dice: “Quítale al hombre lo superfluo y no le distinguirás de un animal”. Así que, cuidadito con lo superfluo.
¿Qué obra de teatro has visto últimamente?¿Qué te pareció?…
La última que he podido ver ha sido Noche de Reyes de Shakespeare, montada por Eduardo Vasco, en La Abadía. Una delicia.
¿Proyectos?…
Spregelburd, Lúcido, Teté, haremos gira, y espero que dure. También estoy preparando un libro de cuentos. Y por favor que se acaben los privilegios y los desmanes de los bancos.
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