Nuria Benet: El teatro es el arte en el que el contacto con el público es más directo
¿Cómo fueron tus inicios en el teatro?…
Cuando era adolescente me debatía entre dedicarme a la interpretación o a la música. Shakespeare y el hecho de que en mi casa ya había muchos músicos me hizo inclinarme hacia el teatro. Mi debut profesional se produjo en Londres, donde fui a continuar formándome tras acabar la licenciatura de arte dramático en la RESAD. Al final, estuve formándome y trabajando en el Reino Unido como actriz durante doce años. Regresé cuando Jordi Milán, director de La Cubana, con quien había trabajado en una producción en inglés, me hizo una oferta que no pude rechazar y entré en el elenco de Cómeme el Coco, Negro.

¿Qué es el teatro para ti? ¿Por qué haces teatro?
El teatro es el arte en el que el contacto con el público es más directo. Es un arte, cuya obra está en continuo cambio y evolución, que necesita al espectador para poder alcanzar su forma final y que, dada su naturaleza efímera, sufre la paradoja de que cada momento que vive es momento que muere y esto le confiere una valía añadida.
Al disfrutar de esta íntima relación con la platea el teatro puede ejercer un efecto directo en los espectadores, puede despertar conciencias, movilizar, emocionar y, por qué no, entretener y divertir.
Si a todos esos elementos se le añade el placer que esa comunión entre escenario y auditorio me produce, será fácil comprender por qué he elegido el teatro como modo de vida y, efectivamente, eso es en lo que se convierte: tu vida.

¿Qué balance harías sobre tu trayectoria?
He tenido mucha suerte a lo largo de mi carrera. Es cierto que uno solo puede subir al tren de la suerte si está en la estación, preparado y dispuesto para poder cogerlo. Es decir, creo firmemente en la formación, y estoy convencida de que parte de la razón por la que nunca me ha faltado el trabajo es por mi versatilidad; y esa versatilidad, aunque tenga algo de innata, es fundamentalmente resultado de mi afán por educarme y seguir formándome como artista.

¿Qué función crees que ha de tener el teatro para la sociedad de hoy?
El teatro, para poder sobrevivir, ha de entretener con productos de calidad que motiven a productores, compañías y púbico por igual a continuar manteniéndolo vivo. Tiene que haber montajes dirigidos a diferentes públicos, pero siempre intentando alcanzar la excelencia, tanto si es un producto meramente comercial, como si es un infantil o una obra más intelectual. No hay que educar al público, ni ser condescendientes con él, hay que movilizarlo, hacerle reír, llorar, pensar, analizar, olvidar, provocar… cualquier emoción es buena, pero ha de producir algún tipo de marca en el espectador para que salga tocado y quiera volver.

¿En qué proyectos has participado durante el último año? Háblanos de ellos
Llevo un par de años de mucho trabajo (¡toca madera!). Dada la precariedad laboral que existe acepto prácticamente todos los proyectos que me ofrecen e interesan; las compañías son conscientes de la situación actual y ofrecen cierta flexibilidad con las fechas, aunque también se está convirtiendo en algo habitual el compartir personajes.
Este último año he participado en: La Ópera del Malandro, de Chico Buarque, estreno absoluto en España del musical brasileño basado en la Ópera de los Tres Peniques de Brecht. Con él gané el Premio Garnacha a la Mejor Actriz de Reparto. Junto a Teatro Defondo, la compañía que produjo este musical, dirigida por Vanessa Martínez y producida por Pablo Huetos, estoy en otros dos montajes: Los Atroces, una creación colectiva basada en el mito de los de Átridas y en El Sueño de una Noche de Verano, una versión familiar del clásico de Shakespeare. También actúo en El Extraño Caso de la Marquesa de Vadillo, dirigida por Luis Crespo y producida por Teatro del Zurdo, compañía en la que también soy asidua y por cuyo montaje, La Ventana de Chygrinskiy, de José Ramón Fernández, obtuve el Premio Arcipreste de Hita a la Mejor Actriz. Además interpreto el papel de Maestra de Ceremonias en NOC, Un Auténtico Vodevil, dirigido por David Quintana, un cabaré original y muy divertido con el que llevamos tres temporadas en la cartelera madrileña. Por último, participo en el montaje celebración del vigésimo aniversario de Teatro del Astillero, dirigido por Luis Miguel González, titulado Los Charlatanes, una sátira de humor negro sobre el panorama social contemporáneo.
¿Cómo surgió tu participación en las obras que tienes ahora en cartel en Madrid?
Para La Ópera del Malandro hice cásting y a raíz de allí me convertí en miembro asiduo de Teatro Defondo.
Como he dicho, El Extraño Caso de la Marquesa de Vadillo, es mi segundo montaje con Teatro del Zurdo, la primera vez que trabajé con ellos, bajo la dirección de Luis Bermejo, fue gracias a que este vio mi trabajo en Cómeme el Coco, Negro y pensó en mí para su próximo montaje.
Para NOC fui recomendada por alguien que había visto mi trabajo en La Ventana de Chygrynskiy.
Y para Los Charlatanes también los miembros de Teatro del Astillero habían seguido mi trayectoria con Teatro del Zurdo.

Háblanos de estos trabajos…¿Cómo han sido los procesos?
Muy variados.
Con La Ópera del Malandro, al ser un musical con música brasileira, nos sumergimos en la cultura de este país – hasta tuvimos coaching in fonética brasileña.
En Los Atroces, la tarea titánica de adaptar en una hora y media una saga que comprendía una miríada de personajes e historias entrelazadas, hizo que el trabajo de mesa fuera intenso y extenso. Una vez que tuvimos el esquema narrativo comenzamos a improvisar cada escena, estas eran grabadas y la directora, Vanessa Martínez, las transcribía y daba forma.
El Extraño Caso de la Marquesa de Vadillo tuvo un proceso más “tradicional”. Al partir de un texto ya escrito, los ensayos se desarrollaron con normalidad, aunque la dramaturgia fue cambiando y evolucionando a medida que el espectáculo iba tomando forma.
Los Charlatanes también ha tenido un extenso periodo dedicado al trabajo de mesa. La obra es un amalgama de escenas que tocan diversos temas actuales y a lo largo del proceso hemos ido seleccionando las que mejor funcionaban, o bien a nivel teatral, o bien a nivel de coherencia de contenido.

¿Cómo creas tus personajes? ¿Tienes un método?
No tengo un método establecido, este va cambiando dependiendo del tipo de montaje y proceso de ensayos. Algo que sí que necesito tener claro es la imagen del personaje. Esta puede aparecer (aun a riesgo de que suene manido) en un sueño, o puedo ver al personaje sentado en frente de mí en un vagón de metro, o reflejado en las páginas de una novela, o en un cuadro, o simplemente me viene un flash visual o una sensación física y a partir de ahí se va construyendo. Sin embargo, creo fervientemente en que, tanto si se trabaja de dentro a fuera como de fuera a dentro, el personaje tiene que respirar, tiene que retorcérsele las tripas, tiene que acelerársele el corazón, en resumen, tiene que tener verdad.

¿Cómo crees está afectando los recortes y el aumento del I.V.A. a los proyectos de teatro?
Muy negativamente. Si ya antes era difícil movilizar al público para que viniera al teatro, ahora el factor psicológico de la subida del IVA va totalmente en contra de nuestra industria. España es un país donde el ir al teatro todavía no forma parte intrínseca de la cultura, como ocurre en el Reino Unido. Ponerle más trabas a que esto ocurra es contraproducente para la cultura de nuestro país.
Es cierto que, en contraposición, los teatreros hemos sabido movilizarnos para sobrevivir; se han creado nuevos espacios (como La Casa de la Portera) y nuevos géneros (como el Microteatro) que son un grito de rebeldía ante lo establecido. Pero existe la multiprogramación a la que están avocadas las salas y el demasiado frecuente “a taquilla” que proponen las compañías está teniendo un doble efecto. Por un lado, la amateurización de la profesión: cualquiera puede hacer teatro con muy poco dinero y sin pagar a nadie, teatro que las salas contratan porque tienen que llenar todos sus horarios – en general, no existe un filtro de calidad o coherencia artística a la hora de programar. Y por otro lado, poca gente puede vivir del teatro, con lo que, o, haces como yo, y estás en tropecientos proyectos, o tienes un trabajo paralelo que te dé de comer y te impida comprometerte plenamente a los proyectos teatrales, o eres una niña bien a la que su familia le subvenciona cual mecenas florentino. Es absolutamente necesario introducir la ley del mecenazgo cultural para que con la introducción de capitales privados se pueda reavivar y dar a la cultura la importancia y lugar predominante en la sociedad que se merece.

¿Qué montaje que hayas visto últimamente, te ha interesado?¿Por qué?
La paradoja del actor es que cuando trabaja no puede acudir al teatro e interesarse por lo que está en cartel. Así que, por desgracia, últimamente no he podido acudir mucho al teatro. Lo último que vi y que me interesó profundamente fue Trilogía de la Ceguera de Maeterlinck en el CDN. Cada obra corta era dirigida por un director joven y, aunque mantenían una coherencia formal, eran muy diferentes entre sí. Me pareció una idea muy positiva para dar a conocer repertorio clásico y mostrar el trabajo de jóvenes artistas.
¿Proyectos?
Ya sabes lo que se dice de los proyectos… que si se habla de ellos se truncan… así que hago mutis elegantemente.
¿Alguna sugerencia para seguir creando en tiempos de crisis?
Estrujarse la mente y la imaginación para seguir creando espectáculos de calidad que reten e interesen al público; reivindicar unos mínimos para que nuestro gremio no sufra; plantarse ante una industria que cada vez exige más y da menos, sin perder de vista los enormes esfuerzos que hacen las compañías para llevar un montaje adelante; y no olvidar que el teatro embellece y mejora la vida, la sociedad y la cultura.
David Ojeda: El teatro tiene la labor de acrecentar a la sociedad, en valores, en realidades y en compromisos
¿Cómo surge el proyecto que estrenas en la Sala de la Princesa?…Háblanos del texto y del montaje…
El proyecto de Fisuras surge dentro de la propuesta del Taller Rivas Cherif del CDN, Escritos en escena, a partir del texto de Diana Luque.
Como plantea el proyecto, se trata de una apuesta en creación, un texto que no se halla cerrado, sino que está en proceso, durante todo el tiempo de trabajo, pudiéndose incorporar, ajustar, adaptar y valorar en todo momento hasta el último día de muestra, dado que será a partir de entonces cuando se haya concluido su composición. Y así está siendo.
Tanto Diana como yo, asistimos en conjunto a todo el proceso creativo, y eso ha sido una maravillosa experiencia, pues hemos ido dando forma, a través del trabajo de estudios e improvisaciones con los actores, a la escritura de Fisuras. Existía un borrador inicialmente, con una propuesta de personajes, que no ha variado, alrededor de un 60 % de escenas, mientras que a partir de todo el tiempo de trabajo inicial, alrededor de las tres primeras semanas, se fue conformado lo que ha dado pie al texto casi difinitivo, pues como digo, el texto se cerrará en sí el día 21 de diciembre, cuando hagamos el último pase. El montaje pues se constituye como una labor en proceso, donde la dramaturgia a tres bandas, la de la propia autora, la del director y la de los actores, va cerrando y concretando el principio original de la autora, y en la que Diana tiene una labor presente y constante en tanto debe atender que el proceso creativo no sea divergente hacia la fábula, sino enriquecedor y esclarecedor.
¿Cómo ha sido el proceso de creación?…
Ha durado siete semanas, teniendo un crescendo en el proceso de concreción del texto.
Las primeras tres semanas ocupó la labor de improvisación y creación de estudios para personajes y situaciones, desde las que ir ajustando los distintos acontecimientos que conformaban las historia.
A continuación, perfilar los personajes en las situaciones ya concretadas y acercar el texto «provisional», así se debe considerar dentro de la propuesta, a lo largo de las escenas, ajustando más la línea de conflictos y viendo la eficacia del escrito, recientemente constituido, y siendo en muchas ocasiones labor de la propia gestación del intérprete en su labor de estudio e improvisaciones. En este sentido, se confecciona una labor en tres intenciones que deben adaptarse desde la generosidad, la escucha y la suficiente honestidad, pues, se ha de saber que se está en un cuerpo vivo, operando en el instante, y que cualquier condición extraña o innecesaria podría hacer tambalearse parte del engranaje. Esta es la gran diferencia a otros procesos, pues aun cuando se puedan llevar a cabo ciertas labores preliminares de configuración de personaje y ciertas apuestas previas al texto en la investigación del conflicto, se torna leve pues el texto ya nos depura la mirada, la trayectoria a seguir, es una obra cerrada que se abre de a poco para el estreno, mientras que aquí, el estreno, si lo hubiere, se produce el último día, cuando se acaban las muestras, al menos, el estreno del texto que será ya definitivo.
¿Hay algún referente técnico o artístico del que has partido para crear esta puesta en escena?…
En concreto ninguno, he seguido fiel a mis atenciones como director a la hora de que el espacio escénico donde la acción del intérprete esté desde un primer momento definido. En este caso, me parecía necesario acotar desde un primer momento los espacios y los entornos donde los seis personajes iban a encontrarse, hallando de a poco, en las dos primeras semanas, la ubicación inicial de los espacios de los personajes, pues era conveniente a la hora de trazar una mínima línea de intenciones que pudiera dar coherencia primordial al trabajo interpretativo de los estudios y las improvisaciones. Se fue elaborando una escaleta de acontecimientos y lugares de referencia, a la que a poco a poco se fue llenando de contenido y la concreción paulatina del texto.
El universo plástico lo he tenía muy aproximado, levedad de espacio, lugares en dos planos de acción, sobre lo real y lo onírico, y acotar que menos elementos dieran el máximo de posibilidades. Esto estaba condicionado por el propio espacio donde se iba a mostrar, la Sala Princesa, y desde un primer momento, intenté acotar el espacio en los distintos lugares de ensayos que hemos tenido, perfilando al final de las tres primeras semanas una leve planta de espacios, lugares y entornos en los que se movían los personajes. Desde luego, iba en una dirección que se debía acercar a lo hiperreal, en línea, como bien aportaba en su escrito preliminar de imaginario la propia Diana, ubicado entre una director como David Linch con propósitos donde lo cotidiano se vuelve extraño, siniestro, acaso algo anormal… o irreal. Ese ha sido el cometido final en la labor de espacio escénico y propuesta de iluminación, ayudados por el equipo técnico del CDN que en todo momento han intentando acercarse de manera sumamente creativa y disponible al proceso creativo.
¿Por qué haces teatro?…
Quizá porque no pueda ya, no sepa o no quiera hacer otra cosa. En este montaje, se da un instante muy hermoso. Y es parte de este engranaje mágico de nuestra profesión. En el proceso de elección de elenco, se trazaron varias posibilidades para uno de los roles, y en el camino, apareció la figura de Vicente Díez. Esto supone para mí una importante posibilidad, no porque el resto de intérpretes no sean de suma necesidad, imposible pensar en otros, David Alonso, Ángel Perabá o Xenia Sevillano, sino porque se ha producido un hecho sumamente emocionante para mí con la participación de Vicente. Pues, hace nada menos que unos treinta años, le vi actuar en la mítica Sala Cadalso con el Indio quiere el Bronx, un montaje que con mis apenas quince años, significó que me decidiera finalmente a encaminarme a esto que realizo hoy día. En este sentido, hallarme en el CDN y encontrarme con su participación, pienso, en ciertos momentos, que ha cerrado un camino que se iniciara entonces, cerrar mi deseo y mi destino. Y digo esto, y en este sentido, porque abre, por todo motivo, un espacio de crecimiento, apuesta y búsqueda en mi trayectoria, aún incierta, pero que me ha supuesto una gran ilusión, una necesaria entrega, un merecido aprehendizaje, a través de la labor continua de todo el equipo artístico, junto a Diana Luque y Miguel Ribagorda, quien además de asistirme en la dirección ha dado un calado con la labor de poética musical que hubiera sido impensable de cualquier otra forma.
¿Qué balances haces de tus trabajos como director teatro?…Háblanos de tus últimos trabajos…
Pues que han sido necesarios, sin excepción. Desde que se produjera con mi anterior compañía, El Tinglao, el montaje de Fando y Lis, del que todavía tengo remansos, pues, próximamente estoy invitado al Congreso de Literatura de la Crueldad en la Universidad Complutense a través del profesor y Catedrático Javier Huerta Calvo, y una próxima publicación de la obra, la cuál he podido prologar con la mirada de hoy a lo que fue la puesta en escena, añadiendo fotos del espectáculo; así como germen inicial de Mi piedra rosetta de mi querido amigo José Ramón Fernández y que ha inaugurado la nueva andadura en la que me encuentro, Palmyra Teatro, siento que Fisuras enmarca y propone un salto hacia adelante. Un crecimiento de un propósito donde la coralidad escénica, la mirada trágica, la atención a personajes nobles en momentos inciertos, la creación con apuestas estéticas y estilísticas en espacios únicos, permanentes, donde no existe el vacío escénico interpretativo, donde la música es motor de la dinámica de la acción y la conducción del conflicto, donde los tres lenguajes escénicos se muestras al unísono en una labor fundamental en el eje del espectáculo, en fin, en todas estas características, pienso que son una línea de intenciones que dura desde hace diez años, sin ser mucho ni poco, apuesta por una definición de todos esos parámetros, singnifcando una estructura artística, estética y estilística suficiente. Donde la mención a la discapacidad, y a la diversidad humana, se hace eco tanto en escena como a nivel dramatúrgico, cuestiones que me rondan y pueblan desde mis principios artísticos y teatrales, desde 1992 con la idea original de lo que fuera El Tinglao, compañía que dirigí durante casi 15 años, con una puesta innovadora en el panorama nacional, apostando por vías que hoy son reales, algo cotidianas, pero que entonces, era sumamente genuinas… Creo que en este arco de más de veinte años, y en lo concreto, en el ciclo ce los últimos diez años, Fisuras, hace un salto suficiente, y circunda una puerta desde el que adentrarse a una aventura nueva, una amplitud en la mirada y un recorrido en la búsqueda de espacios en diálogo con todo esto que me antecede.
¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la que vivimos?…
Pues creo que tiene la labor de acrecentar a la sociedad, en valores, en realidades y en compromisos. Creo que la labor del teatro no duerme, no se siente ajena a las situaciones vitales, a las distintas formas sin ética que rodea a la política, por ejemplo, y a las distintas necedades y comportamiento faltos de humanidad de muchas capas sociales. Busca continuamente actualizarse, convertirse y avanzarse a sí mismo, pues tiene una labor de vate, vigía y timón permanente, no nunca una permisividad, un estancamiento, sino una pura y digna vanguardia, pues en todo hecho teatral se renueva, analiza y enmarca atenciones que la sociedad y el ser humano nunca debe dejar de atender. Por eso, hoy, mañana y desde siempre, el teatro no ha perdido, pierde ni perderá ese rumbo, por tanto, labor inexcusable e imperecedera, por suerte, en tanta marchita y a veces inane condición vital, también nociva, reitero, en ciertos comportamientos carentes de ética y valor humano de ciertos estratos sociales o de ciertos profesionales de la política, que por otro lado, debieran revisar sus acciones para ver otra función vital y social más necesaria.
¿Cómo crees que está afectando la subida del I.V.A. y los recortes al teatro en España?…
Viniendo de lo anterior, ha afectado rotundamente, haciendo que aparezcan aspectos nada deseables ni para los creadores ni para el público. La palabra crisis, como sabemos, es por desgracia una constante en el quehacer de nuestro arte, y por ello, aporta la necesaria imaginación para salir de ella. Quizá esa crisis, real, que vivimos, debieran padecerla otros estamentos de la acción profesional y social, para que tuvieran mejores ideas, y no compras insólitas de intenciones necias. Se mira a Europa por motivos infinitos, pero no se reconoce nunca en nuestra electiva profesionalidad política el ámbito de la cultura en esa Europa que ha hecho grandes apuestas, aciertos infinitos y actos sociales para con la cultura de sus naciones y pueblos, y que por desgracia aquí seguimos no usando, pero que a los profesionales de esta arte, de esta profesión, milenaria, no nos parecen inciertos, imposibles e inmarcesibles en una sociedad democrática, que evoluciona y que busque para sus ciudadanos un crecimiento ético, cultural y político. Es por todo ello, lamentable, y hace difícil poder mantener con las mismas circunstancias activas a la necesaria función profesional que debiera compararse al resto de profesiones de nuestro país, pues qué sería de otras tantas funciones sociales y profesionales si se vieran en estas mismas situaciones de recortes y desatenciones permanentes… quizá, por suerte, los que estamos en este lugar, seamos capaces de imaginarlo… otros, igual, no tienen esa capacidad…
¿Qué obra de teatro has visto últimamente?¿Qué te pareció?…
Pues por todo el momento de atención que ha supuesto Fisuras, solo he podido ver Fausto de Pandur. Creo que sigue fielmente las señas de identidad de este genuino director. Es mayestática, una apuesta estética grandiosa, y un rasgo distintivo más en el universo de su dirección. Sobre todo, rescato la labor de la dramaturgia, que me pareció acertada para abrir esa fábula con distancia y originalidad suficiente a nuestros días. Hay actuaciones fantásticas como la de Ana Wagener o la del mismo Roberto Henríquez, dimensionando el trabajo coral y estético del resto del elenco. Para mí, ha sido algo más sugerente, como espectador, que otras propuestas que haya visto anteriormente del mismo director.
En otro orden, resalto En el desierto, que pude ver a inicio de temporada, y que creo que es una de las obras más geniales que haya visto de Chevy Muraday, y que es una lástima no pueda volver a la escena madrileña, igual me equivoco, o que tuviese un tiempo más en cartelera, pues creo que resume una marcada búsqueda y recorrido en su trayectoria como creador y coreógrafo, y propone un trabajo sumamente artístico, estético y profesional en el engranaje del teatro, la danza y la mirada conjunta, a través del resto de aportes artísticos que configuran la nómina de intérpretes y diseñadores que aúnan el proyecto, y que consolida un trabajo escénico de los mejores que puedan haberse visto en este arranque de año escénico.
¿Proyectos?…
Pues continuar con la difusión de Mi piedra rosetta que abre un marco sobre la diversidad en la escena y la accesibilidad para el público con discapacidad sensorial en todas sus representaciones, cuestión primordial al proyecto de Palmyra Teatro y no muy común en la escena nacional. Conseguir que se pueda ver más viene siendo mi objetivo del último año, a ver si lo logramos,… y existen otras aventuras, pero mencionarlas pueda ser motivo de que dejen de serlo, por tanto, como las meigas, haberlas, haylas… pero mejor, vivirlas, pues será lo mejor, así que eso pido a los reyes, papás noeles y otras figuras de la magia, la ilusión y por tanto, la realidad…
¿Se pueden hacer propuestas combativas de teatro hoy?…
Por supuesto, y en mi caso, Palmyra Teatro es mi apuesta combativa, pues reivindico que la escena es plural y diversa, que los lenguajes escénicos brindan una oportunidad inmejorable para encontrarse la posibilidad humana en todo su rigor y extensión, añadiendo a que no solo en la escena se vea esa necesaria vida compartida por las personas con capacidades diferentes, sino que apuesto porque cada función toda persona sin ningún requisito ni condición sienta la posibilidad de compartir su ocio, su cultura y su hecho vital ante una función accesible, motivando a que no sea un día exclusive, sino inclusive, en el mundo en el que vivimos. Quizá sea mi lugar de combate, pero siento que en muchos aspectos se une a todos y cada uno de los motivos que los profesionales del teatro hacen y construyen cada día, para seguir haciendo un mundo y una sociedad mejor, al menos, lo tenemos inscrito en nuestro código deontológico, y por qué no, en el genético…
Seminario «Memoria y pensamiento en el teatro contemporáneo»
Paco Bezerra nos habla de sus proyectos.
¿Cómo surge el proyecto AHORA EMPIEZAN LAS VACACIONES?…¿De qué va la obra?…¿Cómo ha sido el viaje dramatúrgico de El Pelícano a tu propuesta textual?…
Luis Luque había pensado montarla, ya tenía los actores y todo, de hecho hasta había hablado con ellos y se lo había propuesto, así que me pidió hacer la versión y yo acepté. Podríamos decir que se trata de un encargo, como la obra anterior que hice con él, La escuela de la desobediencia. La obra va de una madre desnaturalizada que tiene muertos de hambre y de frío a sus hijos desde el día en que nacieron, y esto lo utilizo para hablar de nuestro presente. El viaje dramaúrgico ha partido de los personajes y conflictos del original, pero podría decirse que he reescrito la obra. He metido elementos nuevos y he eliminado a uno de los personajes. También me he inventado alguna escena que otra, la del final, por ejemplo, en la que creo que no hay ni una sola palabra escrita por Strindberg.
¿Hiciste algún tipo de documentación sobre el tema antes de realizar tu texto final?…
Partí de las lecturas del original, vi varias veces el Estudio Uno que interpretó en su día Irene Gutiérrez Caba y Tina Sáinz, y, a partir de lo que todo esto me sugirió, empecé a investigar sobre el hambre y el apetito. Entonces, descubrí una isla en la que nadie jamás había pasado nunca hambre, en el Pacífico Sur, Vanuatu se llama, el lugar con mayor calidad de vida de todo el planeta Tierra. Y eché la imaginación a volar a partir de ahí.
¿Cómo surge llevarlo a La Casa de la Portera?
Ya estaba en la propuesta de Luis, venía con el encargo, todo en el mismo paquete. Si yo no hubiese hecho la versión, él la hubiese estrenado igualmente en La casa de la portera.
Eres un autor premiado…¿Sirven los premios para que tus textos se visibilicen?…
Sí, pero para que se visibilicen los textos que no han sido premiados. Curiosamente, los textos que han ganado premios importantes no se han hecho, esos no se representan, se representan otros que me encargan, pero las obras que han ganado más premios aún no se han hecho.
¿Opinas como algunos autores, que no hay que publicar un texto hasta verlo estrenado?…
No, si yo pensara así ahora no tendría más que tres textos publicados, y dos de ellos versiones o dramaturgias de otras obras que no son mías, originales, entonces, habría publicado sólo Grooming. Además, si no se publican antes de estrenarse… ¿cómo llega el texto a manos de un director de escena? ¿Cómo puede montar alguien un texto si no está publicado? ¿O cuántas obras hubiésemos leído de Don Ramón del Valle-Inclán? Imagino que habrá dramaturgos que tengan contactos y que conzcan a productores y directores de teatros, pero si no conoces a nadie publicar es la única manera de que tu trabajo tenga cierta difusión. No, qué barbaridad, yo no pienso así, yo soy dramaturgo, escribo para la Literatura Dramática, no para la escena. Si mis obras se hacen, fenomenal, pero si no se hacen yo las voy a seguir escribiendo igualmente. ¿Por qué no iba a poder tener la gente acceso a leerlas?
¿Qué balances haces de tus últimos trabajos como autor?…
El balance ha sido positivo. He estrenado tres obras en el último año y medio, así que no me puedo quejar.
¿Qué función crees que ha de tener hoy el teatro para la sociedad en la que vivimos?…
La de siempre: la de plantearle preguntas al lector/espectador, no ofrecerle respuestas, la de hacerle dudar de lo que piensa, la de cuestionarle y ponerle en un dilema moral ante una situación determinada… Viene siendo así desde antes de que naciera Jesucristo. El teatro ha cambiado mucho, pero sólo en su forma, en el fondo, el teatro sigue siendo muy parecido al de hace más de dos mil años.
¿Qué te motiva o inspira para escribir teatro?…
El paisaje desértico de Almería, mi padre y mi madre, mi abuela, mi hermana, mi tía, mis vecinas y todo lo que sale por boca de estas personas que acabo de enumerar. Un pozo sin fondo.
¿Crees que afectará mucho la subida del I.V.A. y los recortes al teatro?…
¿Y no está afectando ya?
¿Qué obra de teatro has visto últimamente? ¿Qué te pareció?…
Vi Alma de Dios, de Carlos Arniches y Enrique García Álvarez, con Cristina Marcos, Tomás Pozzi y Manuela Velasco, dirigida por Jesús Castejón, en el Teatro de la Zarzuela. Una maravilla. Me encantó. De hecho, creo que voy a escribir una Zarzuela, que es algo que los dramaturgos españoles no deberían haber dejado de hacer. La Zarzuela es lo más.
¿Cómo ves la autoría teatral en estos momentos en nuestro país?…
Pues muy bien, mejor que nunca, la veo tal que así: Alfredo Sanzol, Manuel Calzada Pérez, Sergi Belbel, María Velasco, Lluisa Cunillé, José Manuel Mora, Guillem Clua, Angélica Liddell, Carlos Be, Josep María Miró, Miguel del Arco, Juan Mayorga, Guillermo Heras, Jordi Galcerán, Luis García-Araus, Pau Miró, José Ramón Fernández, Marta Buchaca, Alberto Conejero, Lucía Vilanova, Antonio Rojano, Eva Hibernia, Gracia Morales, Zo Brinviyer, José Cruz, Jordi Casanovas, Juan Carlos Rubio, David Desola, Laila Ripoll… y se me olvidarán por lo menos ciento cincuenta más.
¿Proyectos?…
Me acaba de conceder el INAEM una beca para el Desarrollo de las Dramaturgias Actuales, creo que se llama, así que es la primera vez que me ayudan económicamente antes de escribir una obra y eso me alegra porque creo que han empezado a confiar en mí. Voy a escribir una obra que se llama El rescate del dragón.
Yo soy Don Quijote de la Mancha de José Ramón Fernández en el Teatro Español
Estoy seguro que en Inglaterra, acudir al teatro para ver a Laurence Olivier en cualquier obra de William Shakespeare, debía ser un acontecimiento. En Madrid, hemos tenido ocasión durante unas semanas de ver a José Sacristán interpretando a Don Quijote, un privilegio para los amantes del teatro. Yo soy Don Quijote de la Mancha es una dramaturgia de José Ramón Fernández a partir de la espléndida obra de Miguel de Cervantes. Esta genial obra contiene probablemente pasajes que podrían corresponder a discursos de otros textos y grandes personajes de la historia de la literatura, en ella está contenido probablemente lo que corresponde a nuestra memoria, a nuestro presente y tal vez al incierto futuro frente a los molinos que cabalgan hacia nosotros. José Sacristán está en el momento artístico perfecto para interpretar al que probablemente, sea el más grande de nuestros personajes de ficción, también está en sazón para hacer otros grandes personajes y es una pena que ningún productor se lo proponga. Yo soy Don Quijote de la Mancha juega con el teatro dentro del teatro que permite ver la obra de Cervantes desde una mirada de hoy, dejando que se cuele, entre líneas, otro tiempo en el escenario…para desembocar en una pregunta…¿Y si Don Quijote fuese mujer?…
Adolfo Simón
José Ramón Fernández, dramaturgo
José Ramón Fernández, autor teatral y novelista nos habla en la siguiente entrevista de su momento creativo actual y sus proyectos.
¿Cuál ha sido tu último trabajo como dramaturgo presentado escénicamente?…
Mi último trabajo ha sido Yo soy Don Quijote de la Mancha, que se ha estrenado en el Festival de Almagro el 5 de julio, dirigido por Luis Bermejo y producido por Metrópolis Teatro. En los carteles verás que pone «dramaturgia de». He recogido fragmentos de la novela, frases, detalles, y he escrito un texto en el que hay una gran cantidad de escritura original, utilizando muchas palabras de Cervantes y, por supuesto, a Don Quijote y Sancho. Los críticos no saben si decir que es una adaptación o una obra nueva. Yo creo que ese es el trabajo del dramaturgo, desde Guillem de Castro a Christopher Hampton.
¿Adáptación…Texto original? ¿Cómo surgió la propuesta?…
La propuesta vino de Natalia Menéndez, directora del Festival: hacer un Quijote esencial, que iba a interpretar José Sacristán. Al principio se valoró que fuera un monólogo, yo consideré que necesitaba la mirada de Sancho… cuando se me ocurrió dibujar a Sanchica encontré la clave contemporánea que necesitaba. Más tarde, hablando con Luis Bermejo, el director, surgió la posibilidad de abrir ese universo a la fórmula de teatro dentro del teatro, que nos permitía romper las costuras de la novela para dialogar con el mito. Desde el principio decidí que quería que una buena parte de lo que dijeran los personajes fuesen frases de la novela. Ahora jugamos a ver quién adivina de dónde sale cada frase.
¿Qué diferencia para ti una versión de una adaptación?…
Tengo alguna experiencia, una docena de estrenos, más o menos. En la versión existe tu mirada. La adaptación es algo técnico: ajusta tiempo, espacios, personajes, para que esta compañía pueda hacer esta función. Pero los límites entre los dos trabajos a veces son muy difíciles de percibir; incluso a veces ves que te han puesto en el cartel como versión lo que era una traducción, sin más. Por otra parte, la versión se completa en la puesta en escena. En el trabajo que hice con Lavelli sobre El Avaro, la mirada de Jorge dibujó ese Harpagón totalmente distinto del estereotipo, por ejemplo; algo que no podíamos hacer sólo sobre el papel.
¿Cómo es el proceso de escritura de un texto original?…
Yo parto de una pregunta, de algo que me llama la atención. Veo algo que me provoca y me lleva a preguntarme sobre lo que veo. A partir de ahí, intento habitar el lugar en que sucede, ver moverse a los personajes, oírles, unas preguntas llevan a otras… es un proceso lento en el que la escritura, la poesía, llega hacia el final. Con todo ese material, me pongo el mono de dramaturgo y trato de darle forma para el escenario: la estructura, la elección del uso o no de didascalias… Finalmente, el diálogo con los otros, el director, los actores, el equipo artístico y de producción. Trato de ser parte de un equipo.
¿Se puede aprender una técnica para escribir teatro?…
Se puede aprender lo que han hecho otros para conocer modos de resolver problemas y usarlos si los quieres usar. El conocimiento de la técnica no perjudica al artista, ese es uno de los conceptos básicos en música o pintura. Sherlock Holmes no era solo un genio de la deducción: había estudiado todos los crímenes del último siglo, de modo que muy a menudo encontraba precedentes en los modos de hacer de sus criminales. Yo encuentro en Sófocles o en Moliere técnicas que usa David Mamet.
¿Qué texto o puesta en escena te ha interesado de lo que has visto ultimamente?…
En directo, dos cosas de las últimas semanas: SOS en la Triángulo, de mis amigos de El Zurdo Teatro; una propuesta especial, con actores haciendo personajes y el músico Tozo haciendo de sí mismo, con buenos actores, momentos de gran poesía y el descubrimiento de Luis Crespo como director de escena. Y Duda razonable, de Borja Ortiz de Gondra, en Cuarta Pared: un texto magníficamente escrito, maduro y sabio, que si lo hubiera firmado Stoppard se estarían dando de hostias por él muchos productores y directores, con una impecable puesta en escena. Y en vídeo – veo muchísimo teatro en vídeo – he visto hace pocos días un montaje que me ha conmovido por su hondura en la búsqueda y porque lo he sentido muy cercano: Veraneantes, de Miguel del Arco y su grupo Kamikaze.
¿Qué proyectos tienes a corto plazo?…
Ahora, la compañía Palmira Teatro ensaya un texto enteramente original, Mi piedra Rosetta, que dirigirá David Ojeda. Se iba a estrenar en el Festival Madrid Sur, pero ha desaparecido, parece que el estreno será en Leganés a final de noviembre. Será mi último texto de teatro durante un tiempo, porque me he metido en una novela y porque siento que me he vaciado en la escritura de esta obra, volviendo al riesgo y a la desnudez con que escribí La tierra y cavando muy muy hondo. La propuesta de Palmira fue: tenemos estos cuatro actores y este director, escribe lo que quieras y tarda lo que necesites. Ha sido un proceso maravilloso que he podido disfrutar sin los agobios de otros encargos. Estoy aprendiendo mucho con David y con todo el equipo.
¿Cómo ves la realidad del teatro que se hace en nuestro país?…
Hasta hace un par de años: un próspero teatro de consumo (comedias, stand-up, variedades…); un poderoso teatro público con grandes títulos clásicos que ha atendido singularmente en los últimos ocho años (CDN y Español) a autores de mi generación, nacidos en los sesenta; y un circuito alternativo brillante, lleno de propuestas interesantes en el que está surgiendo una nueva generación que me ilusiona. De dos años para acá: una situación de zozobra económica (y de criterios) en la que corre peligro, sobre todo, este tercer modo, y por ello el desarrollo de la creación más joven.
¿Crees que va a cambiar el panorama de producción teatral tras los recortes en cultura?…
Va a suponer un ajuste brutal y se va a empobrecer mucho el panorama: cierran compañías, salas, festivales… Como he dicho, lo más preocupante es que puede dificultar el desarrollo de los procesos de creación más jóvenes y más arriesgados. Por otra parte, aquella expresión que acuñó nuestra amiga Itziar Pascual hace casi veinte años, «producciones amigo mío», nunca nos ha abandonado del todo. Nos podrán impedir vivir del teatro que hacemos. Pero no nos pueden impedir hacer el teatro que queremos hacer. Hemos crecido viendo a Brook hacer milagros con una caja. Haremos lo que queramos, no lo que quieren los que pretenden decidir qué teatro es el correcto.
¿Alguna sugerencia para seguir creando en tiempos de crisis?…
La que me hacía mi bisabuela: ten paciencia. No hay que correr, no hay que dejarse llevar por el ansia. Precisamente, porque no hay «mercado», o eso nos dicen, podemos no correr, saborear el proceso y mantener vivo un proyecto, no estrenarlo donde sea, no matarlo a las tres semanas, no meternos a montar otra cosa, seguir investigando en lo que hacemos. Despacio. Sin prisa.
¿Cómo fueron vuestros inicios en el teatro?































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